Lecturas de hoy: LA VISITACIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN

 



 

Lectura de la profecía de Sofonías

3, 14-18a

 

¡Grita de alegría, hija de Sión!

¡Aclama Israel!

¡Alégrate y regocíjate de todo corazón,

hija de Jerusalén!

 

El Señor ha retirado las sentencias

que pesaban sobre ti

y ha expulsado a tus enemigos.

El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti:

ya no temerás ningún mal.

 

Aquel día, se dirá a Jerusalén:

¡No temas, Sión, que no desfallezcan tus manos!

¡El Señor, tu Dios, está en medio de ti,

es un guerrero victorioso!

Él exulta de alegría a causa de ti,

te renueva con su amor

y lanza por ti gritos de alegría,

como en los días de fiesta.

 

Palabra de Dios.



La hija de Sion de la que habla Sofonías y que experimenta la revocación de la condena es figura de María. Ella ha sido agraciada por Dios, ha sido alcanzada en su pobreza de criatura. Así como Dios interviene con su omnipotencia en favor del pueblo de Israel a partir de la pobreza, así ocurre también con nosotros: Dios despliega su omnipotencia a partir de nuestra pobreza. María no ve aún la realidad de Jesús presente en ella, pero lo cree ya, igual que el profeta no veía aún la realidad de la revocación de la condena, pero la creía ya presente. Son miradas de fe, y también nosotros necesitamos esa mirada, que penetre en lo hondo de los acontecimientos que vivimos.

 


 

SALMO RESPONSORIAL                    Is 12, 2-3. 4b-6

 

R.    ¡Es grande en medio de ti el Santo de Israel!

 

Éste es el Dios de mi salvación:

yo tengo confianza y no temo,

porque el Señor es mi fuerza y mi protección;

Él fue mi salvación. R.

 

Ustedes sacarán agua con alegría

de las fuentes de la salvación.

Den gracias al Señor, invoquen su Nombre,

anuncien entre los pueblos sus proezas,

proclamen qué sublime es su Nombre. R.

 

Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso:

¡que sea conocido en toda la tierra!

¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión,

porque es grande en medio de ti el Santo de Israel! R.

 

 

 


 

   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

1, 39-56

 

Durante su embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:

«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».

María dijo entonces:

«Mi alma canta la grandeza del Señor,

y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,

porque Él miró con bondad la pequeñez de su servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,

porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:

¡su Nombre es santo!

Su misericordia se extiende de generación en generación

sobre aquéllos que lo temen.

Desplegó la fuerza de su brazo,

dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de su trono

y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos

y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor,

acordándose de su misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,

en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

 

Palabra del Señor.

 


¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!



María canta a Dios por haberse dignado a elegirla a ella, una humilde aldeana de un pueblo perdido, para llevara a cumplimiento las esperanzas de toda una Nación, más aún de toda la humanidad. Es un canto que muestra que todo es posible para quien tiene a Dios de su lado.



Gracias María por venir a nuestro encuentro y colmar nuestro corazón con la alegría pascual de tu hijo Jesús. Tu presencia alegra nuestro andar y nos fortalece en la esperanza. Que seamos también nosotros portadores de Jesús, tu Hijo, y lo llevemos hacia nuestros hermanos y hermanas que esperan con ansias la felicidad de la Buena Noticia.

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