Consagración al Corazón de Jesús


 


Te adoramos, Señor y te bendecimos.

Ensalzamos tu nombre, Señor y pregonamos tu grandeza.

Nada ni nadie como Tú, Señor.

Al llegar un año más la fiesta de tu Corazón Sagrado,

queremos consagrarnos, de palabra y obra,

a la causa de tu Evangelio.

 

No permitas, Señor, que el latido de nuestros corazones

se agiten sin el impulso de tu amor.

No dejes, Señor, que la sangre que corre por nuestras venas,

se enfríe por la ausencia del perdón y de la fraternidad.

Son muchos, Señor, los riesgos que nos acechan:

falta de fe y ausencia de temor de Dios,

el “no” a la vida del no nacido,

que nuestra sociedad proclama,

defiende, legisla e impone como derecho

o la ley del más fuerte que actúa humillando al más débil.

 

¡Bendícenos, Señor ¡

Nos consagramos a tu Corazón Divino.

No permitas que nos apartemos de tu mensaje:

Aquí nos tienes, queremos ser heraldos de tu Palabra.

Aquí estamos, somos de los tuyos.

Dispón de nosotros, permaneceremos fieles para siempre.

 

Nos consagramos a tu Corazón Santo,

porque en tu Corazón, Señor,

encontramos descanso ante tanto desasosiego,

luz frente a tanta incertidumbre y oscuridad,

ilusión cuando el pesimismo nos invade,

valor y coraje… ante la deserción o el abandono.

 

Nos consagramos a tu Corazón Sagrado:

Que tus proyectos, Señor, sean los nuestros.

Que tus sentimientos, Señor, broten de nuestros corazones.

Que tus manos, Señor, se prolonguen en las nuestras.

Que tus ojos, iluminen nuestras miradas.

Que tus labios, se abran en nuestras palabras.

Que tu Corazón, ame y comprenda por nuestro amor.

 

Bendice a nuestros sacerdotes, infúndeles ánimo.

Protege a nuestras familias, que sean escuela cristiana.

Dirige a nuestros gobernantes, que no vivan de espaldas a Ti.

Orienta  los confundidos, que se encuentren en Ti.

Consuela a los afligidos, se levanten por Ti y en Ti.

Acompaña al triste, alégralos por tu presencia.

 

Y que, un día, todos podamos alcanzar

lo que tu Corazón nos dicta y nos enseña:

el Amor de Dios que nos espera en su Gloria.

Amén.

 

P. Javier Leoz

 

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