Liturgia - Lecturas del día

 



Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Corinto

5, 14-17

 

Hermanos:

El amor de Cristo nos apremia, al considerar que si uno solo murió por todos, entonces todos han muerto. Y Él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para Aquél que murió y resucitó por ellos.

Por eso nosotros, de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos; y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más así.

El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.

 

Palabra de Dios.




Al asumir el Cantar en el canon de los libros inspirados, Israel -y después la Iglesia- reconoció no sólo la consagración del amor entre el hombre y la mujer, sino la expresión simbólica del amor de Dios por su pueblo. También el alma sedienta de Dios conoce las largas noches de su silencio, de su incomprensible ausencia, que la purifican de aquello que daba ahora por descontado, de toda satisfacción reductora. En la inquietud se despierta el deseo del Señor y se vuelve búsqueda apasionada, vital. Es menester perseverar en esta tensión, pedir humildemente ayuda y consejo y, después, ir más allá, en la conciencia de que Dios puede orientarnos a él. Entonces, él mismo se hará presente a quien no se canse de buscarlo en la noche con corazón ardiente.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                        62, 2-6. 8-9

 

R.    ¡Mi alma tiene sed de ti, Señor!

 

Señor, Tú eres mi Dios,

yo te busco ardientemente;

mi alma tiene sed de ti,

por ti suspira mi carne

      como tierra sedienta, reseca y sin agua.  R.

 

Sí, yo te contemplé en el Santuario

para ver tu poder y tu gloria.

Porque tu amor vale más que la vida,

mis labios te alabarán.  R.

 

Así te bendeciré mientras viva

y alzaré mis manos en tu Nombre.

Mi alma quedará saciada

      como con un manjar delicioso,

y mi boca te alabará

      con júbilo en los labios.  R.

 

Veo que has sido mi ayuda

y soy feliz a la sombra de tus alas.

Mi alma está unida a ti,

tu mano me sostiene.  R.

 

 

 

 

   Lectura del santo Evangelio

según san Juan

20, 1-3. 11-18

 

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentado uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?»

María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».

Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.

Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?»

Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo».

Jesús le dijo: «¡María!»

Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir, «¡Maestro!» Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: "Subo a mi Padre y Padre de ustedes; a mi Dios y Dios de ustedes"». '

María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que Él le había dicho esas palabras».

 

Palabra del Señor.

 


¿Por qué Lloras? 



Hoy celebramos a santa María Magdalena. ¡Con gozo y provecho para nuestra fe!, porque su camino muy bien podría ser el nuestro. María Magdalena ha vivido una experiencia transformadora en su encuentro con Jesús antes de la Pascua. La vincula de tal manera a Jesús que estará presente en el momento de la muerte de Cristo, junto con la Madre del Señor y Juan, el discípulo más querido. Ella es la primera testigo de la Resurrección. Ella vio al Resucitado y escuchó las palabras que él le dijo. Ella es la primera apóstol de la Resurrección porque corre a anunciarlo. María, contágianos tu amor por Jesús. Enséñanos a buscarle sin desfallecer, a no dejar jamás de anunciarle y de transmitir la alegría que Él siembra entre nosotros. Magdalena, ayúdanos a no despreciar nunca a nadie. Y mucho menos a los que parecen amar con exceso.

¿Has pasado ya por una experiencia que te dio esta sensación de pérdida y de muerte? ¿Qué te dio nueva vida y te devolvió la esperanza y la alegría de vivir? 

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