Lecturas de hoy




 Lectura del libro del Apocalipsis

12, 7-12a

 

Se libró una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón, y éste contraatacó con sus ángeles, pero fueron vencidos y expulsados del cielo.

Y así fue precipitado el enorme dragón, la antigua serpiente, llamada diablo o Satanás, y el seductor del mundo entero fue arrojado sobre la tierra con todos sus ángeles.

Y escuché una voz potente que resonó en el cielo:

 

«Ya llegó la salvación,

el poder y el Reino de nuestro Dios

y la soberanía de su Mesías,

porque ha sido precipitado

el acusador de nuestros hermanos,

el que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios.

Ellos mismos lo han vencido,

gracias a la sangre del Cordero

y al testimonio que dieron de él,

porque despreciaron su vida hasta la muerte.

¡Que se alegren entonces el cielo y sus habitantes!»

 

Palabra de Dios.



Formamos parte de un designio de contornos ilimitados, cuyo artífice es Dios. Inmersos en un cosmos animado por presencias invisibles que participan con nosotros en el proyecto de Dios, somos constructores de una historia que tiene en Cristo su centro y su término. El camino prosigue en la lucha, en un conflicto implacable con las fuerzas del mal, las cuales, sin embargo, no podrán destruir nunca el Reino que Dios ha confiado al Hijo del hombre. El combate durará hasta el final de los tiempos, llevado adelante en primera línea por los

santos ángeles de Dios: los arcángeles, guiados por Miguel, y todas las criaturas espirituales fieles al Señor.


 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                        137, 1-5

 

R.    ¡Te cantaré en presencia de los ángeles, Señor!

 

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,

porque has oído las palabras de mi boca.

Te cantaré en presencia de los ángeles

y me postraré ante tu santo templo. R.

 

Daré gracias a tu nombre

por tu amor y tu fidelidad,

porque tu promesa ha superado tu renombre.

Me respondiste cada vez que te invoqué

y aumentaste la fuerza de mi alma. R.

 

Que los reyes de la tierra te bendigan,

al oír la palabra de tu boca,

y que celebren los designios del Señor,

porque la gloria del Señor es grande. R.

 

 

 


 


 

   Lectura del santo Evangelio

según san Juan

1, 47-51

 

En aquel tiempo:

Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Éste es un verdadero israelita, un hombre sin doblez».

«¿De dónde me conoces?, le preguntó Natanael.

Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera».

Natanael le respondió: «Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel».

Jesús continuó: «Porque te dije: "Te vi debajo de la higuera", crees. Verás cosas más grandes todavía».

Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el, Hijo del hombre».

 

Palabra del Señor.

 


“Verás cosas más grandes todavía”


Este pasaje nos muestra a Jesús que nos conoce a cada uno más que nosotros mismos. Encontramos en Natanael ya un corazón dispuesto al encuentro con las manifestaciones de Dios, sin duda su corazón reconoce en este hombre que le habla con verdad y en confianza, “como si lo conociera de siempre” al Maestro. La promesa de Jesús a Natanael es que verá a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre, y verá cosas grandes, manifestaciones de Dios entre nosotros.

 ¿Está preparado nuestro corazón para ver las cosas de Dios o nuestra mente racional siempre está buscando la explicación a todas las cosas? 

 ¿Creemos en que Dios se manifiesta entre nosotros y somos capaces de agradecer día a día sus obras a favor de nosotros y nuestras familias? 

 Oración:

 Señor Dios, creador de todas las cosas, que por amor nos has creado y nos has redimido por tu Hijo Jesucristo, abre nuestros ojos y nuestro corazón a tu presencia, para así avanzar seguros por el camino de la salvación, bajo la fiel custodia de tus ángeles. Lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre cada uno de nosotros y permanezca para siempre. Amén. 


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