Lecturas de hoy

 



Lectura de la carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Éfeso

1, 1-10

 

Pablo, Apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, saluda a los santos que creen en Cristo Jesús. Llegue a ustedes la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo,

que nos ha bendecido en Cristo

con toda clase de bienes espirituales en el cielo,

y nos ha elegido en Él, antes de la creación del mundo,

para que fuéramos santos

e irreprochables en su presencia, por el amor.

 

Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos

por medio de Jesucristo,

conforme al beneplácito de su voluntad,

para alabanza de la gloria de su gracia,

que nos dio en su Hijo muy querido.

 

En Él hemos sido redimidos por su sangre

y hemos recibido el perdón de los pecados,

según la riqueza de su gracia,

que Dios derramó sobre nosotros,

dándonos toda sabiduría y entendimiento.

 

Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad,

conforme al designio misericordioso

que estableció de antemano en Cristo,

para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos:

reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra,

bajo una sola Cabeza, que es Cristo.

 

Palabra de Dios.



Puede sorprender este himno de gratitud de Pablo, precisamente desde la cárcel; cuando todo son abandonos y se encuentra en tinieblas y soledad. Sin embargo, este himno sale dictado de lo profundo de su fe, sabiendo que también en el dolor el cristianismo es «buena nueva». Y esto, sobre todo, porque su Dios no es un Dios frío y lejano sino el que se acerca

al hombre en la historia, al Padre de Cristo, que es Señor «nuestro». El gozo se desborda en Pablo cuando piensa que somos elegidos hijos «en Cristo» ya desde toda la eternidad. Nuestro empeño por la santidad será siempre necesario, pero lo verdaderamente grande y decisivo es la acción de Dios por Cristo en nosotros. No es santidad «nuestra», sino «de Cristo».

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                              97, 1-6

 

R.    ¡El Señor manifestó su victoria!

 

Canten al Señor un canto nuevo,

porque Él hizo maravillas:

su mano derecha y su santo brazo

le obtuvieron la victoria. R.

 

El Señor manifestó su victoria,

reveló su justicia a los ojos de las naciones:

se acordó de su amor y su fidelidad

en favor del pueblo de Israel. R.

 

Los confines de la tierra han contemplado

el triunfo de nuestro Dios.

Aclame al Señor toda la tierra,

prorrumpan en cantos jubilosos. R.

 

Canten al Señor con el arpa

y al son de instrumentos musicales;

con clarines y sonidos de trompeta

aclamen al Señor, que es Rey. R.

 

 

 


   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

11, 47-54

 

Jesús dijo a los fariseos y alas doctores de la Ley: «¡Ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas, a quienes sus mismos padres han matado! Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros.

Por eso la Sabiduría de Dios ha dicho: "Yo les enviaré profetas y apóstoles: matarán y perseguirán a muchos de ellos". Así se pedirá cuenta a esta generación de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde la creación del mundo: desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que fue asesinado entre el altar y el santuario. Sí, les aseguro que a esta generación se le pedirá cuenta de todo esto.

¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden».

Cuando Jesús salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo, exigiéndole respuesta sobre muchas cosas y tendiéndole trampas para sorprenderlo en alguna afirmación.

 

Palabra del Señor.



“Matarán y perseguirán a muchos de


 ellos”


En el Evangelio de hoy Jesús eleva su tono acusatorio, y tensa un poco más la cuerda de los que le escuchan. Se dirige a los juristas que se han quedado con la llave del saber, y les dice que ellos no han entrado e impiden cerrando el paso a que otros puedan entrar… Por eso, este Evangelio nos interpela y nos cuestiona hoy y exige de nosotros una respuesta, una posición, porque tras este conflicto, a reacción de las autoridades religiosas contra Jesús fue inmediata. Al considerarse los únicos y verdaderos intérpretes de la ley de Dios, tratan de provocar a Jesús alrededor de la interpretación de la Biblia para poder cazar con insidias algunas palabras de su boca. Así continúa y crece la oposición contra Jesús y crece el deseo de eliminarlo. Ayer como hoy, nuestras acciones son, en gran medida, consecuencia de lo que se vive en el interior del corazón. Y si allí no hay bondad, no habrá obras buenas.

Mirando nuestra vida y nuestra realidad, ¿se ha ido de nosotros el amor y el cuidado hacia nuestro prójimo? ¿Estamos nosotros en peligro de entrar en el desamor, pero en un mundo políticamente correcto de los escribas y fariseos?

 

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