Lecturas de hoy / 3ª semana del tiempo durante el año






 SANTOS TIMOTEO Y TITO

Obispos


 

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo

a Timoteo

1, 1-8

 

Pablo, apóstol de Jesucristo, por la voluntad de Dios, para anunciar la promesa de vida que está en Cristo Jesús, saluda a Timoteo, su hijo muy querido. Te deseo la gracia, la misericordia y la paz, que proceden de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo.

Doy gracias a Dios, a quien sirvo con una conciencia pura al igual que mis antepasados, recordándote constantemente, de día y de noche, en mis oraciones. Al acordarme de tus lágrimas, siento un gran deseo de verte, para que mi felicidad sea completa. Porque tengo presente la sinceridad de tu fe, esa fe que tuvieron tu abuela Loide y tu madre Eunice, y estoy convencido de que tú también tienes.

Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos. Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad. No te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que soy su prisionero. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios.

 

Palabra de Dios.



Celebramos después de la fiesta de la conversión de San Pablo, a dos de sus más excepcionales discípulos y de sus más estrechos colaboradores: los Santos Timoteo y Tito. A ellos están dirigidas unas cartas –conocidos como cartas pastorales– que ofrecen directrices muy prácticas a fin de que, pastores y fieles, se mantengan en la unidad de la fe y de las buenas costumbres, en el seno de unas comunidades que apenas se iban estructurando. Timoteo significa el «que honra a Dios». San Lucas lo menciona seis veces en los Hechos de los Apóstoles y San Pablo lo nombra en 17 ocasiones en sus cartas. Él nació en Listra de madre judía y de padre pagano. Según la Historia eclesiástica de Eusebio, él fue el primer obispo de Éfeso.


 

 

SALMO RESPONSORIAL                                  95, 1-3. 7-8a. 10

 

R.    ¡Anuncien las maravillas del Señor entre los pueblos!

 

Canten al Señor un canto nuevo,

cante al Señor toda la tierra;

canten al Señor, bendigan su Nombre. R.

 

Día tras día, proclamen su victoria.

Anuncien su gloria entre las naciones,

y sus maravillas entre los pueblos. R.

 

Aclamen al Señor, familias de los pueblos,

aclamen la gloria y el poder del Señor;

¡aclamen la gloria del Nombre del Señor. R.

 

Digan entre las naciones: «¡EI Señor reina!

El mundo está firme y no vacilará.

El Señor juzgará a los pueblos con rectitud». R.

 

 

 


 

   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Marcos

4, 21-25

 

Jesús decía a la multitud:

«¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero? Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!»

Y les decía: «¡Presten atención a lo que oyen! La medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía. Porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene».

 

Palabra del Señor.



 ¡Si alguien tiene oídos para oír, que


 oiga!


Timoteo tenía fe sincera recibida del Espíritu Santo a través de su madre y de su abuela. Es la familia la primera escuela en la que recibimos el don de la fe.

La oración que la madre hace con el niño al acostarlo, el gesto de bendecir la mesa familiar, el cultivar unas relaciones familiares respetuosas, el dialogar, asistir a la Eucaristía; nos predisponen a recibir el don de la fe.

La fe no se hereda, se transmite viviendo la confianza en Cristo, en quien se revela el amor de Dios Padre; amor que necesitamos y buscamos.

La fe, más que conocer cosas, es un encuentro con Cristo de gracia, misericordia y paz.

La fe viva es luminosa, es alegría, ilusión, valentía, buen juicio; es capacidad de tomar buenas decisiones basándonos en la enseñanza de la Sagrada Escritura. 

Cuida tu fe para que no se debilite, ni se diluya viviendo mundanamente.

Reaviva el don de Dios, da testimonio del regalo de la fe: como Gracia misericordia y paz. No te avergüences, ni seas cobarde, no tengas miedo de dar la cara por Cristo. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio; anuncia la promesa de vida que hay en Cristo. ¿Cómo vives tu fe?

Que tu fe ilumine el sentido de la vida

Somos una luz encendida por Cristo. Creer en Cristo es aceptar en nosotros su luz y comunicar con nuestras palabras y obras esa luz a una humanidad que sin Él, anda a oscuras.

Somos una luz puesta en lugar visible que descubre: injusticias, corrupción... Nuestra luminosa vida de cristianos debe denunciarlas.

Somos una luz que sirve a otros en la solidaridad con los pobres, las luchas por la liberación, el cuidado de los más débiles: niños, enfermos, ancianos; en la ternura y fidelidad de los esposos

Haz brillar la luz de la verdad: Si tienes, esperanza, solidaridad, capacidad de compartir, sentido comunitario, anhelo de justicia y paz, misericordia, capacidad de perdonar, Dios te dará todo eso con creces.

"¡Atención a lo que estáis oyendo!". Jesús a todos llama a la conversión: Si estás lleno de egoísmo y codicia, de orgullo, indiferencia, dureza de corazón, cosecharás en tu vida las consecuencias de esa maldad.

Que tu fe ilumine el sentido de la vida.

IsidoroFr. Isidoro Crespo Ganuza O.P.Convento de S. Valentín de Berrio Ochoa (Villava)

 

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