LECTURAS DOMINGO 3º DURANTE EL AÑO




Lectura del libro de Isaías

8, 23b--9, 3

 

En un primer tiempo, el Señor humilló al país de Zabulón y al país de Neftalí, pero en el futuro llenará de gloria la ruta del mar, el otro lado del Jordán, el distrito de los paganos.

El pueblo que caminaba en las tinieblas

ha visto una gran luz;

sobre los que habitaban en el país de la oscuridad

ha brillado una luz.

Tú has multiplicado la alegría,

has acrecentado el gozo;

ellos se regocijan en tu presencia,

como se goza en la cosecha,

como cuando reina la alegría

por el reparto del botín.

Porque el yugo que pesaba sobre él,

la barra sobre su espalda

y el palo de su carcelero,

todo eso lo has destrozado como en el día de Madián.

 

Palabra de Dios.



Se alude a los acontecimientos del año 732, cuando los asirios invaden el norte de Palestina. La población sufrió entonces el destierro. Pero Isaías devuelve al pueblo la confianza: «El pueblo que caminaba en tinieblas, vio una gran luz». Es patente la aplicación del acontecimiento a la llegada del Mesías y de la Buena Noticia. El pueblo que vive inmerso en la ignorancia de Dios y en la esclavitud de sus propias tinieblas, ve ahora surgir al Mesías que le proporciona la luz. El yugo que les oprimía ha quedado roto. Se anuncia así toda la misión de Cristo. También a nosotros se nos presenta esta luz y la Buena Noticia. La obra de la evangelización no se detiene, y nosotros no estamos sólo para ser sus destinatarios, sino para tomar parte en ella.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                    26, 1.4. 13-14

 

 

R.    El Señor es mi luz y mi salvación.

 

El Señor es mi luz y mi salvación,

¿a quién temeré?

El Señor es el baluarte de mi vida,

¿ante quién temblaré?  R.

 

Una sola cosa he pedido al Señor,

y esto es lo que quiero:

vivir en la Casa del Señor

      todos los días de mi vida,

para gozar de la dulzura del Señor

      y contemplar su Templo.  R.

 

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor

en la tierra de los vivientes.

Espera en el Señor y sé fuerte;

ten valor y espera en el Señor.  R.

 

 

 


 

Lectura de la primera carta del Apóstol

san Pablo a los cristianos de Corinto

1, 10-14. 16-17

 

Hermanos:

En el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir. Porque los de la familia de Cloe me han contado que hay discordias entre ustedes. Me refiero a que cada uno afirma: «Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo».

¿Acaso Cristo está dividido? ¿O es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O será que ustedes fueron bautizados en el nombre de Pablo? Felizmente yo no he bautizado a ninguno de ustedes, excepto a Crispo y a Gayo. Sí, también he bautizado a la familia de Estéfanas, pero no recuerdo haber bautizado a nadie más.

Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a anunciar la Buena Noticia, y esto sin recurrir a la elocuencia humana, para que la cruz de Cristo no pierda su eficacia.

 

Palabra de Dios.

 

 

 


 

   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

4, 12-23

 

Cuando Jesús se enteró de que Juan Bautista había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafamaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:

«¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí,

camino del mar, país de la Transjordania,

Galilea de las naciones!

El pueblo que se hallaba en tinieblas

vio una gran luz;

sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte,

se levantó una luz».

A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca».

 

Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y Yo los haré pescadores de hombres». Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.

Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.

Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.

Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente.

 

Palabra del Señor.





"La adhesión a la persona de Cristo es



 la clave. "Venid y seguidme"



Esta es la llamada de Jesús. Ellos le siguen, dejándolo todo. El seguimiento de Jesús será una de las categorías fundamentales que definen el discipulado. Así llegará a decir posteriormente: "El que no tome su cruz y me siga no es digno de mí" (Mt 10,38). El seguimiento no se limita a gestos superficiales, sino que lleva hasta la entrega de la propia persona. En Israel los discípulos buscan al maestro de la Torá, la Ley. En cambio aquí es Jesús el que elige. La condición del discípulo de los rabinos es transitoria, mientras que para el discípulo de Jesús está marcada por un destino que se realiza en la comunión de vida y de muerte con su Maestro. El seguimiento no se limita a la aceptación histórica de Jesús, sino que supone la entrega a Él y la identificación con El y al mismo tiempo la asunción de su causa: la atención compasiva hacia los pobres y marginados. La adhesión a la persona de Cristo es la base de la moral, del comportamiento del cristiano. Si te adhieres a su persona, también asumes sus actitudes y valores. La moral cristina no es un mero cumplimiento de normas, sino que se basa en el "seguimiento de Jesús". Pregúntate ¿Qué pide El de ti?, ¿qué espera El de ti? ¿Qué haría El en tu circunstancia?

5.- El Papa Juan Pablo II lo recordaba en la encíclica "Veritatis splendor": "Seguir a Cristo es el fundamento esencial y original de la moral cristiana: como el pueblo de Israel seguía a Dios, que lo guiaba por el desierto hacia la tierra prometida, así el discípulo debe seguir a Jesús, hacia el cual le atrae el mismo Padre". Todos los bautizados nos decimos seguidores de Jesús, por tanto Él es el que nos une y el que nos guía.

 

José María Martín OSA

www.betania.es

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