Lecturas de hoy / Semana 2ª de Cuaresma




 PRIMERA LECTURA

De la profecía de Daniel 9, 4b-10

En aquellos días, imploré al Señor, mi Dios, y le hice esta confesión: ¡Ay, mi Señor, Dios grande y terrible, que guarda la alianza y es leal con los que lo aman y cumplen sus mandamientos! Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y preceptos. No hicimos caso a tus siervos los profetas, que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra. Tú, mi Señor, tienes razón y a nosotros nos abruma la vergüenza, tal como sucede hoy a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y a todo Israel, a los de cerca y a los de lejos, en todos los países por donde los dispersaste a causa de los delitos que cometieron contra ti. Señor, nos abruma la vergüenza: a nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti. Pero, mi Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona, aunque nos hemos rebelado contra Él. No obedecimos la voz del Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por medio de sus siervos, los profetas.

Palabra de Dios.


El profeta Daniel –en tiempos de intensa persecución– dirige una sentida oración al Señor. En ella él hace una humilde confesión de los pecados del pueblo, en sus diversos estratos sociales, comenzando por los de sus dirigentes. Él sabe, además, que Dios los sigue amando, incluso cuando le son infieles y que está dispuesto a perdonarlos apenas se arrepientan de sus culpas. El verdadero reconocimiento de nuestros pecados implica necesariamente el confiar en Dios, que nos ama aun cuando nosotros nos hayamos apartado del buen camino.


SALMO RESPONSORIAL
Salmo 78
R. Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados.

• No recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres; que tu compasión nos alcance pronto, pues estamos agotados. R/.


• Socórrenos, Dios, Salvador nuestro, por el honor de tu nombre; líbranos y perdona nuestros pecados a causa de tu nombre. R/.

• Llegue a tu presencia el gemido del cautivo: con tu brazo poderoso, salva a los condenados a muerte. R/.

• Nosotros, pueblo tuyo, ovejas de tu rebaño, te daremos gracias siempre, cantaremos tus alabanzas de generación en generación. R/.

 

EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Lucas 6, 36-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso; no juzguen, y no serán juzgados; no condenen, y no serán condenados; perdonen, y serán perdonados. Den, y se les dará: les verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midan se les medirá a ustedes”.

Palabra del Señor.



"Sean misericordiosos como su Padre"


Un texto corto, pero cargado de enseñanza. La primera, nuestro Dios, Padre, es compasivo, no terrible. A ello he aludido en el comentario a la primera lectura. Hay que comparar el texto de Lucas la con la expresión de Mateo, “sed perfectos como vuestro Padre es perfecto”. Lucas entiende la perfección en Dios y en nosotros como compasión. La grandeza de Dios que afirmaba la primera lectura, consiste en Jesús en su compasión, no en ser un Dios “terrible”.

No creo que necesite comentario el texto que sigue. Se entiende perfectamente. Lo que nos queda es llevarlo a la práctica. Y ¡cuánta necesidad tenemos de esa práctica! Comenzando con nuestra inclinación a juzgar al otro, sí, sobre todo al otro. Algo que abunda mientras que el autojuicio sincero escasea. El texto se refiere al juicio condenatorio, o, al menos, negativo.

Además, solo reconociendo que necesitamos perdón, seremos capaces de perdonar. La generosidad del dar está exigida por la que necesitamos que tengan con nosotros. Y en la medida que necesitamos.

Ahora bien, esto exige un conocimiento de nosotros mismos, sincero, obviando el querer engañarnos para vernos mejores. La dificultad para actuar como nos pide este texto está en la sinceridad a la hora de juzgarnos, la facilidad para el autoengaño. Ya decían pensadores clásicos que conocerse a sí mismo, es una tarea harto difícil; pero sin ella no hay sabiduría; es la base del bien ser y hacer.

Así que mi oración ante estos textos sería: “Dios compasivo ayúdame a conocerme”.

Fray Juan José de León Lastra O.P.

Fray Juan José de León Lastra O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)


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