Evangelio diario / Semana 3ª del tiempo Ordinario
Evangelio según san Marcos 4, 21-25
En aquel tiempo, Jesús dijo al gentío: “¿Se trae la lámpara para meterla debajo del celemín o debajo de la cama?, ¿no es para ponerla en el candelero? No hay nada escondido, sino para que sea descubierto; no hay nada oculto, sino para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga”. Les dijo también: “Atención a lo que están oyendo: la medida que usen la usarán con ustedes, y con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene”.
Palabra del Señor.
Para que salga a la luz
Todos sabemos de la importancia de la luz en un contexto de oscuridad. ¿Qué sería de nosotros si hoy, de forma colectiva, al llegar la noche nos encontrásemos sin energía eléctrica? Probablemente lo que el exceso de luz artificial esconde, se revelaría en su fuerza y esplendor: las estrellas del cielo, la luz de la luna...
El Evangelio de hoy resalta la fuerza de la luz, su sentido y misión. La importancia de que lo oculto salga a la luz, se revele y se descubra toda la belleza que pueda estar escondida.
La vida en la fe tiene mucha luz, por eso la tenemos que ofrecer para que ilumine lo cotidiano en la complejidad de tantas realidades que vivimos. Y así, lo que está oculto, puede salir y mostrar la autenticidad que lo caracteriza.
Eso sí, sin olvidar que la vida cristiana tiene su propia fecundidad y la medida que usemos, también la usarán con nosotros, y será con creces.
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