Evangelio cotiadiano / Semana 3ª del tiempo Ordinario
Evangelio según san Marcos 3, 31-35
En aquel tiempo, llegaron la madre de Jesús y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dice: “Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan”. Él les pregunta: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?”. Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: “Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”.
Palabra del Señor.
"El que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre"
En la línea de lo indicado a propósito de la primera lectura vemos que María es madre, no solo por dar a luz a Jesús, sino antes y sobre todo porque acogió la palabra, y “cumplió la voluntad de Dios”. San Agustín ya lo indicó: más que la razón biológica, fue esa actitud ante los planes -la voluntad- de Dios sobre ella lo que la convierte en madre. Declaración manifiesta de que lo que nos constituye en la verdad de lo que somos es nuestra interioridad. El Vaticano II en el documento Gaudium et spes lo señaló con contundencia: "No se equivoca el hombre cuando se reconoce superior a las cosas corporales y no se considera sólo una partícula de la Naturaleza o un elemento anónimo de la sociedad humana. Pues, en su interioridad, el hombre es superior al universo entero; retorna a esta profunda interioridad cuando vuelve a su corazón, donde Dios, que escucha los corazones, le aguarda y donde él mismo, bajo los ojos de Dios, decide sobre su propio destino"
“Cuídate” nos dicen allegados y amigos al despedirse. En efecto hay que cuidarse. Sobre todo cuidar nuestro interior, que es lo que indica la verdad de lo que somos. ¿Nos cuidamos?
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