Siete soplos del Espíritu Santo



El soplo de la FE. Ante el vendaval que asola la presencia de Dios,
el Espíritu Santo propone con suavidad, pero con insistencia,
a un Dios que no olvida a sus hijos/as.

El soplo del AMOR. Frente al egoísmo, el Espíritu,
crea en el amigo de Jesús, sentimientos de justicia y de fraternidad.
Le hace sentir que, por ese camino, es como mejor
se llega a la eternidad.

El soplo de la ALEGRÍA. La tristeza no se combate
con acciones exteriores. Es en el interior de las personas
donde hay que establecer motivos para ser felices.
El Espíritu Santo descubre en las entrañas del creyente
una fuente de alegría: JESUCRISTO

El soplo de la ESPERANZA. La falta de horizontes
es una realidad en la sociedad que permite todo, pero no abre
puertas a la realización total del ser humano. El Espíritu Santo
nos hace ver la grandeza que todos llevamos dentro y, por lo tanto,
mirar con optimismo a nuestra propia existencia.

El soplo de la SOLIDARIDAD. Nunca, los hombres, hemos tenido
tantos medios para sentirnos acompañados y, por otro lado,
nunca tanta sensación de orfandad y de soledad. El Espíritu Santo
nos induce a la salir al encuentro del otro para que, la solidaridad,
sea también el carné de identidad de los hijos de Dios.

El soplo de la CALIDEZ. Las relaciones personales, las prisas,
las responsabilidades y otras circunstancias, nos empujan a estar
distantes, a ser fríos en palabras y gestos. El Espíritu Santo concita
al encuentro, a signos de que denoten que nuestra pertenencia
}a la familia de los hijos de Dios, se traduzca en concordia y cercanía.

El soplo del PERDÓN. Quien está en comunión con Dios,
siente la invitación de vivir en comunión con los hermanos.
El Espíritu Santo nos recuerda que, estar soldados a la mano de Dios,
exige ser misericordiosos con los demás, aceptar el perdón y brindarlo generosamente.

Y es que, el Espíritu Santo, es un canal por donde se desprende la fe,
el amor, la alegría, la esperanza, la solidaridad, la calidez
y el perdón de la gran fuente de todo ello que está en el cielo.
¡ES PENTECOSTÉS!

P. Javier Leoz

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