San Justino

Mártir (105-165 dC) nació de una familia pagana, de origen griego, en Samaria, cerca del pozo de Jacob, en algún lugar entre el año 100 a 110 dC. Recibió de sus padres una excelente formación, educado en el arte de la filosofía, literatura e historia.
Durante algún tiempo se dedicó a estudiar la ciencia que enseñaban los que seguían la corriente llamada "estoicismo", pero luego dejó esa religión porque se dio cuenta de que no le enseñaban nada seguro acerca de Dios, hasta que un día, mientras paseaba para meditar los misterios de Dios, conoció a un anciano en la orilla del mar, quien en seguida le proclamó el Evangelio de Jesucristo.
San Justino en ese instante se dio cuenta de que no podía tener cierto conocimiento de Dios sin revelación de la Palabra que se había dado a los profetas, así que decide estudiar las escrituras encontrando en ellas una riquezas que jamás había podido obtener de ninguno de los estudios que había realizado.
San Justino se dedicó arduamente a estudiar la Biblia y todo le conmovía. Se hizo cristiano y recibió el bautismo cerca del año 130, en Éfeso.
El mismo Santo había sentido curiosidad por el cristianismo desde mucho tiempo antes de su conversión, y es que algo que le llamaba mucho la atención era el invaluable testimonio de los mártires de la fe, quienes nunca renegaron de su amor a Cristo a pesar de las crueles torturas a las que eran sometidos. Decía Justino:
"Estas personas no deben ser criminales ya que mueren muy santamente. Cristo en el cual tanto creen, debe ser un ser muy importante, porque ningún tormento les hace dejar de creer en Él"
Cuando San Justino se convirtió, puso su formación en filosofía para el buen uso como evangelista, pasó algún tiempo en Éfeso y mucho tiempo en Roma predicando incansablemente las maravillas de la verdad que le había sido revelada.
Aparte de ser un valiente predicador, San Justino escribió dos Apologías dirigidas a los emperadores romanos: Antonino Pío y a Marco Aurelio en la que muestra la belleza del cristianismo. En el segundo, escribe:
"Cuando yo era un discípulo de Platón, escuchaba las acusaciones hechas contra los cristianos y al ver sus rostros intrépidos ante su propia muerte y el de todos aquellos hombres temerosos de Dios, me dije a mí mismo que era imposible que ellos debieran estar viviendo en el mal y en el amor al placer" (II Apol., xviii, 1)

San Justino: predicador y conciliador.

San Justino construye un puente eficaz entre la filosofía griega y el cristianismo, reconociendo que los griegos poseían la verdad en forma de semilla, y que la plenitud de la misma se encuentra revelada en el cristianismo, en la persona de Cristo Jesús.
Fue así que San Justino predicó sin miedo el Evangelio a los estudiosos paganos. La mayoría de sus escritos lo hizo en defensa de la fe cristiana. Fue descrito como "la estrella en Occidente, que lleva a los reyes Magos a la cuna de Belén"
San Justino pasó algún tiempo en Éfeso y luego enseñó en una escuela en Roma. Fue en Roma donde (junto con algunos de sus discípulos) sufrió el martirio por su audaz predicación durante el reinado de Marco Aurelio.
Las exhortaciones de San Justino son consideradas las más importantes de los escritos cristianos de los Padres de la Iglesia Primitiva, del siglo 2d.C.
Es difícil no identificar dentro de su testimonio una primera versión de la misa católica, el presidente o el que preside es el sacerdote [presbyteros en griego].

El martirio de San Justino

Las actas del martirio de San Justino aún se conservan en la actualidad yson uno de los documentos más impresionantes que se han conservado de la antigüedad. Así narra la Sentencia de muerte de Justino durante el siglo II:
San Justino fue decapitado por el prefecto de Roma junto con otros seis cristianos. Resumiendo parte del interrogatorio de Justino, el prefecto le dijo estas palabras a continuación:
- ¿Usted insiste en declarar públicamente que es cristiano?...
"Declaro públicamente que soy un seguidor de Jesucristo y lo seré hasta la muerte.", respondió Justino
- Lleguemos a un acuerdo, acérquese y ofrezca incienso a nuestros dioses. Y si no lo hace lo mandaré a torturar atrozmente y haré que le corten la cabeza
"Si somos castigados por el bien de nuestro Señor Jesucristo, esperamos entonces ser salvos, porque esto justamente será nuestra salvación y confianza ante el terrible tribunal de nuestro Señor y Salvador, que juzgará a todo el mundo.", afirmó Justino.
Los otros cristianos que estaban siendo juzgados con San Justino, estuvieron de acuerdo con esto, y entonces, el prefecto, encendido en ira, ordenó que fueran azotados cruelmente y luego decapitados. Era el año 165
"A nadie es lícito participar de la Eucaristía si no cree que son verdad las cosas que enseñamos y no se ha purificado en aquel baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y no vive como Cristo nos enseñó"

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