LECTURAS DEL DÍA


Lectura de la profecía de Oseas

10, 1-3.7-8. 12

Israel era una viña exuberante,
que producía su fruto.
Cuanto más se multiplicaban sus frutos,
más multiplicaba él los altares;
cuanto mejor le iba al país,
mejores hacía él las piedras conmemorativas.
Su corazón está dividido,
ahora tendrán que expiar:
el mismo Señor destrozará sus altares,
devastará sus piedras conmemorativas.
Seguramente dirán entonces:
«No tenemos rey,
porque no hemos temido al Señor.
Pero el rey ¿que podría hacer por nosotros?»

¡Samaría está completamente perdida!
Su reyes como una astilla
sobre la superficie de las aguas.
Los lugares altos de Aven, el pecado de Israel,
también serán destruidos;
espinas y cardos invadirán sus altares.
Ellos dirán entonces a las montañas: «Cúbrannos»,
y a las colinas: «¡Caigan sobre nosotros!»

Siembren semillas de justicia,
cosechen el fruto de la fidelidad,
roturen un campo nuevo:
es tiempo de buscar al Señor, hasta que Él venga
y haga llover para ustedes la justicia.

Palabra de Dios.



"Israel como una viña exuberante. Es una imagen utilizada en otros pasajes de la Biblia, que evoca el inmenso cuidado y amor de Dios por su pueblo. Pero, al igual que en la experiencia del profeta con su esposa, cuanto más amor, más infidelidad del pueblo. El pueblo ha entrado en una dinámica de prosperidad e injusticia en la que ya no hay referencias éticas. El profeta ve y siente como Israel avanza hacia su perdición, que será la invasión de Samaria por los asirios, es decir, una situación de desolación difícil de imaginar desde el tiempo de bonanza. Pero el profeta sabe que Dios siempre nos espera. Por eso invita al pueblo a buscar al Señor. La situación es grave, pero “ya es tiempo de buscar al Señor”. Esta es la invitación, desde cualquier situación, volvernos hacia él, para que él “venga y haga llover la justicia”



SALMO RESPONSORIAL                                      104, 2-7

R.    ¡Busquen el rostro del Señor!

¡Canten al Señor con instrumentos musicales,
pregonen todas sus maravillas!
¡Gloríense en su santo Nombre,
alégrense los que buscan al Señor! R.

¡Recurran al Señor ya su poder,
busquen constantemente su rostro;
recuerden las maravillas que Él obró,
sus portentos y los juicios de su boca! R.

Descendientes de Abraham, su servidor,
hijos de Jacob, su elegido:
el Señor es nuestro Dios,
en toda la tierra rigen sus decretos. R.



Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
10, 1-7


Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de sanar cualquier enfermedad o dolencia.
Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.
A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones:
«No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente».

Palabra del Señor.



¿Podemos odiar o condenar a los que nos odian o causan algún mal? Ya el Señor nos había dicho: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen. Así serán dignos hijos del Padre del cielo, que hace salir el sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos.
A pesar de sentirse rechazado y de que el mensaje de salvación fue mejor recibido por los gentiles que por los judíos, el Señor, sabiendo que no vino a condenar, sino a salvar todo lo que se había perdido, envía a sus apóstoles en primer lugar a los Judíos, para invitarlos a la conversión y a aceptar a Aquel que es el único Camino de Salvación que el Padre Dios ha concedido a la humanidad.
Llegará el momento de dirigirse al mundo entero, pero hay que empezar por los de casa. Así el Señor, a pesar de las incomprensiones, del rechazo, de la persecución y de la burla que hagan de nosotros los nuestros, nos hace saber que ese es el campo por el que hemos de iniciar la siembra de la Salvación que Dios nos ha confiado en Cristo Jesús, de tal forma que los primeros frutos, y frutos en abundancia, se comiencen a recolectar entre los nuestros.
No queramos ser candil de la calle y oscuridad de nuestra casa. El Señor nos ordena: Ve a los tuyos, a los de tu casa, y anúnciales lo misericordioso que ha sido el Señor para contigo.
Cristo es el Salvador de la humanidad entera. Para eso entregó su vida, clavado en una cruz, y resucitó, lleno de gloria, al tercer día. Dios a nadie ha creado para que se condene. En Cristo la humanidad entera está llamada a la santidad, a la salvación.


 ¿Que te dice Dios? ¿Qué le dices?

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