Lecturas del día



Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto
2, 10b-16

Hermanos:
El Espíritu lo penetra todo, hasta lo más íntimo de Dios. ¿Quién puede conocer lo más íntimo del hombre, sino el espíritu del mismo hombre? De la misma manera, nadie conoce los secretos de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que reconozcamos los dones gratuitos que Dios nos ha dado. Nosotros no hablamos de estas cosas con palabras aprendidas de la sabiduría humana, sino con el lenguaje que el Espíritu de Dios nos ha enseñado, expresando en términos espirituales las realidades del Espíritu.
El hombre puramente natural no valora lo que viene del Espíritu de Dios: es una locura para él y no lo puede entender, porque para juzgarlo necesita del Espíritu. El hombre espiritual, en cambio, todo lo juzga, y no puede ser juzgado por nadie. Porque ¿quién penetró en el pensamiento del Señor, para poder enseñarle? Pero nosotros tenemos el pensamiento de Cristo.

Palabra de Dios.


Pablo trata de demostrar que su predicación no se basa en la sabiduría humana, sino en la del Espíritu, que vive en nosotros por la gracia de Cristo. Sabiduría divina, misteriosa, profunda, plan que Dios tiene para nuestra salvación, por la incorporación a la muerte-resurrección de Cristo. Misterio de Dios que se nos revela por la acción del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La consubstancialidad del Espíritu con el Padre hace, que Él sólo pueda conocer las profundidades de Dios. Pone como ejemplo al hombre, que puede conocer lo íntimo de su ser por su propio espíritu; lo mismo sucede en este misterio: sólo el Espíritu puede conocer las profundidades de Dios, porque es uno con El, y puede revelarnos el valor de los dones, que hemos recibido por la gracia de Cristo, que mora desde siempre en la gloria del Padre, por ser también, consubstancial a Él. Misterio trinitario. Sólo con la fuerza del Espíritu podemos proclamar que Dios es nuestro Padre, sólo por Él podemos ser testigos de la Buena Noticia del Amor de Dios. Pidamos su ayuda, que venga a nosotros y nos impulse a vivir y proclamar la Verdad de Dios, revelada a lo largo de los tiempos


SALMO RESPONSORIAL                 144, 8-14

R.    El Señor es justo en todos sus caminos.

El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
el Señor es bueno con todos
y tiene compasión de todas sus criaturas. R.

Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder. R.

Así manifestarán a los hombres tu fuerza
y el glorioso esplendor de tu reino:
tu reino es un reino eterno,
y tu dominio permanece para siempre. R.

El Señor es fiel en todas sus palabras
y bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que caen
y endereza a los que están encorvados. R.




    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
4, 31-37

Jesús bajó a Cafamaúm, ciudad de Galilea, y enseñaba los sábados. Y todos estaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad.
En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios».
Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos, sin hacerle ningún daño. El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: «¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!»
Y su fama se extendía por todas partes en aquella región.


Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Hay muchas clases de autoridad. Hay personas que tienen autoridad porque saben mucho, otras porque tienen mucho poder y muchas posibilidades para reprimir a los adversarios. La autoridad puede nacer del poder o de la coherencia, de la autenticidad. Ésta es la autoridad de Jesús. Y ésta debería ser nuestra autoridad.

Señor, Tú hablas con autoridad,
porque has sido enviado por Dios Padre, no eres un entrometido;
porque hablas de lo que sabes, no hablas de oídas;
porque hablas con sencillez, para que te entiendan, no para demostrar lo mucho que sabes;
porque hablas con respeto, nunca con violencia;
porque haces lo que dices, vives lo que hablas;
porque tus palabras buscan mi bien, aunque a veces no quiera escuchar lo que me dices;
porque tus palabras reflejan la verdad, sin esconder la luz ni las sombras;
porque tus palabras descubren nuestros fallos para que los superemos, nunca para humillarnos;
porque tus palabras nos recuerdan quiénes somos y lo mucho que valemos para ti;
porque tus palabras, tu mirada, tus gestos y tu vida nos anuncian un mismo mensaje: que nos amas con todo el corazón y que tu amor nos acompañará siempre.
Señor, ayúdame a hablar como Tú, a vivir como Tú, a ser como Tú.


Jesús libera de todo lo que no nos deja crecer como personas y como cristianos. Por eso su lucha se dirige directamente contra el pecado. El pecado es nuestro peor enemigo, un enemigo que se convierte en invencible cuando no reconocemos su peligro.
            “Señor, gracias por desatarnos de las cadenas que nos atan,
             por liberarnos de los espíritus que nos atemorizan.
             Concédenos reconocer el mal que retuerce a nuestros hermanos
             y ayudarles a disfrutar la alegría de una vida libre.”

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