Lecturas del día



Lectura de la carta a los Hebreos
4, 1-5. 11

Hermanos:
Temamos, mientras permanece en vigor la promesa de entrar en el Reposo de Dios, no sea que alguno de ustedes se vea excluido. Porque también nosotros, como los que salieron de Egipto con Moisés, hemos recibido una buena noticia; pero la Palabra que ellos oyeron no les sirvió de nada, porque no se unieron por la fe a aquellos que la aceptaron. Nosotros, en cambio, los que hemos creído, vamos hacia aquel Reposo del cual se dijo:
"Entonces juré en mi indignación:
Jamás entrarán en mi Reposo".
En realidad, las obras de Dios estaban concluidas desde la creación del mundo, ya que en cierto pasaje se dice acerca del séptimo día de la creación: "Y Dios descansó de todas sus obras en el séptimo día"; y en éste, a su vez, se dice: "Jamás entrarán en mi Reposo".
Esforcémonos, entonces, por entrar en ese Reposo, a fin de que nadie caiga imitando aquel ejemplo de desobediencia.

Palabra de Dios.


Se insiste en el reposo. Ese reposo al que los cristianos estamos llamados, no al de la tierra prometida, sino al de la vida con Dios. La falta de fe ha privado a los antepasados de su entrada en el descanso. Nos pide que no endurezcamos nuestro corazón por la incredulidad. Para que nuestro corazón sea un corazón de carne y pueda llegar al reposo es muy indispensable tener fe. Entablar una relación íntima, profunda, sincera con Dios. Jesús nos ofrece ese descanso para nuestra vida. Así en ese descanso podemos vivir un encuentro profundo y personal con Dios. Nuestra vida está hecha de trabajo y reposo, de movimiento y paro. Si trabajamos necesitamos descansar, recuperarnos. El descanso de Dios no significa aburrimiento, pasividad, o pereza. No, el descanso de Dios es una felicidad continúa, estable. Muchas veces vivimos nuestra vida a medias, dejándonos llevar por las agitaciones, el estrés, dejamos pasar momentos preciosos de nuestra vida por no pararnos y ver lo que ocurre a nuestro alrededor. Estamos llamados a aprender de Dios, a ver con sus ojos, a sentir con su corazón, a vivir intensamente la vida que el cada día nos regala.


SALMO RESPONSORIAL                                                77, 3. 4bc. 6c-8

R.    ¡No olvidemos las proezas del Señor!

Lo que hemos oído y aprendido,
lo que nos contaron nuestros padres,
lo narraremos a la próxima generación:
son las glorias del Señor y su poder. R.

Así podrán contarlas a sus propios hijos,
para que pongan su confianza en Dios,
para que no se olviden de sus proezas
y observen sus mandamientos. R.

Así no serán como sus padres,
una raza obstinada y rebelde,
una raza de corazón inconstante
y de espíritu infiel a Dios. R.





    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos
2, 1-12

Jesús volvió a Cafarnaúm y se difundió la noticia de que estaba en la casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y Él les anunciaba la Palabra.
Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a Él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados».
Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: «¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?»
Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: «¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados", o "Levántate, toma tu camilla y camina"? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados, dijo al paralítico: Yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa».
Él se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto nada igual».

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Somos muchos los que buscamos a Jesús, pero Él ¿qué nos propone?: «Él les proponía la Palabra». A veces hacemos de la vida espiritual una estantería en la que colocamos anécdotas, viajes con la parroquia, charlas y retiros. ¿Estamos pasando el tiempo en vano o vivimos un proceso de conocimiento y conversión a la Palabra? La Palabra es Jesús y su anuncio del Reino de Dios, Reino de paz y justicia. Es una auténtica revolución, una inversión de nuestras prioridades: bienaventurados los pobres, los perseguidos, los pacíficos... una revolución social. ¿Vivimos la novedad del Evangelio y sentimos su desafío? ¿Respondemos a su provocación convirtiendo nuestras vidas?

 Basta dejarse conducir por el Espíritu Santo, el cual nos ayudará a descubrir los caminos necesarios para cumplir con la misión que Dios nos ha confiado. Y esto porque no basta que, por ejemplo en una celebración, hablemos de Cristo. A través de los años muchos han oído hablar de Él y casi se les ha hecho una costumbre, que a veces malamente soportan. Tendremos que preguntarnos si a través de tantos años de escucharnos hablar del Señor realmente los hemos conducidos a un encuentro personal con Él. Pues si esto no se ha hecho realidad quiere decir que inútilmente nos estamos desgastando por Cristo; y que tal vez los demás alaben nuestras palabras, pero que éstas den poco fruto en ellos. Y esto no solo es para que lo reflexionen los Ministros, sino toda la Iglesia, que por voluntad de Cristo, está al servicio del Evangelio, pues el Señor quiere no sólo concedernos el remedio a nuestros diversos males, sino que vivamos libres de la esclavitud al pecado y a la muerte para que lleguemos a ser, con toda dignidad, hijos de Dios.


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