DOMINGO 17° DEL TIEMPO ORDINARIO




Lectura del libro del Génesis
18, 20-21. 23-32

El Señor dijo: «El clamor contra Sodoma y Gomorra es tan grande, y su pecado tan grave, que debo bajar a ver si sus acciones son realmente como el clamor que ha llegado hasta mí. Si no es así, lo sabré».
Entonces Abraham se le acercó y le dijo: «¿Así que vas a exterminar al justo junto con el culpable? Tal vez haya en la ciudad cincuenta justos. ¿Y Tú vas a arrasar ese lugar, en vez de perdonarlo por amor a los cincuenta justos que hay en él? ¡Lejos de ti hacer semejante cosa! ¡Matar al justo juntamente con el culpable, haciendo que los dos corran la misma suerte! ¡Lejos de ti! ¿Acaso el Juez de toda la tierra no va a hacer justicia?»
El Señor respondió: «Si encuentro cincuenta justos en la ciudad de Sodoma, perdonaré a todo ese lugar en atención a ellos».
Entonces Abraham dijo: «Yo, que no soy más que polvo y ceniza, tengo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor. Quizá falten cinco para que los justos lleguen a cincuenta. Por esos cinco ¿vas a destruir toda la ciudad?» «No la destruiré si encuentro allí cuarenta y cinco», respondió el Señor.
Pero Abraham volvió a insistir: «Quizá no sean más de cuarenta».
Y el Señor respondió: «No lo haré por amor a esos cuarenta».
«Por favor, dijo entonces Abraham, que mi Señor no lo tome a mal si continúo insistiendo. Quizá sean solamente treinta».
Y el Señor respondió: «No lo haré si encuentro allí a esos treinta».
Abraham insistió: «Una vez más, me tomo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor. Tal vez no sean más que veinte».
«No la destruiré en atención a esos veinte», declaró el Señor.
«Por favor, dijo entonces Abraham, que mi Señor no se enoje si hablo por última vez. Quizá sean solamente diez».
«En atención a esos diez, respondió, no la destruiré».

Palabra de Dios.


La conversación amistosa de Abraham con el Señor muestra que Dios rige el mundo con justicia. Aparece como el juez ideal, que no se deja influir por simples rumores y se atiene a los hechos que comprueba. El autor expresa la justicia de Dios, que se ve obligado a castigar a una ciudad corrompida hasta el extremo de maltratar a sus enviados. Destaca la progresiva condescendencia de Dios que va cediendo ante la insistente intercesión de su amigo Abraham. Pero este regateo y esta condescendencia revela hasta qué punto la justicia divina está llena de misericordia. Dios sabe perdonar a los pecadores por amor a los justos y, de ningún modo, es su intención que paguen justos por pecadores. Dios no es sordo cuando se le invoca sinceramente, como dice el Salmo: “Cuando te llamé, Señor, me escuchaste”


SALMO RESPONSORIAL                                                    137, 1-3. 6-7a. 7c-8

R.     ¡Me escuchaste, Señor, cuando te invoqué!

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque has oído las palabras de mi boca,
te cantaré en presencia de los ángeles.
Me postraré ante tu santo Templo.  R.

Daré gracias a tu Nombre por tu amor y tu fidelidad,
porque tu promesa ha superado tu renombre.
Me respondiste cada vez que te invoqué
y aumentaste la fuerza de mi alma.  R.

El Señor está en las alturas,
pero se fija en el humilde
y reconoce al orgulloso desde lejos.
Si camino entre peligros, me conservas la vida.  R.

¡Tu derecha me salva.
El Señor lo hará todo por mí.
Tu amor es eterno, Señor,
¡no abandones la obra de tus manos!  R.




Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Colosas
2, 12-14

Hermanos:
En el bautismo, ustedes fueron sepultados con Cristo, y con Él resucitaron, por la fe en el poder de Dios que lo resucitó de entre los muertos.
Ustedes estaban muertos a causa de sus pecados y de la incircuncisión de su carne, pero Cristo los hizo revivir con Él, perdonando todas nuestras faltas. Él canceló el acta de condenación que nos era contraria, con todas sus cláusulas, y la hizo desaparecer clavándola en la cruz.

Palabra de Dios.


La mayoría de la Comunidad cristiana de Colosas a la que se dirige el apóstol Pablo estaba formada por paganos que se habían convertido al cristianismo. Pablo les dice que Dios Padre les ha perdonado su pecado por los méritos de Cristo, clavado en la cruz. Deben vivir, por tanto, agradecidos a Cristo, ya que por medio de él pueden salvarse.

Gabriel González del Estal





   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
11, 1-13

Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos».
Él les dijo entonces: «Cuando oren, digan:

Padre, santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino,
danos cada día nuestro pan cotidiano;
perdona nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos
a aquéllos que nos ofenden;
y no nos dejes caer en la tentación».

Jesús agregó: «Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: "Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle", y desde adentro él le responde: "No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos". Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.

También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una serpiente cuando le pide un pescado? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquéllos que se lo pidan!»

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 

Alabar, pedir, agradecer, ofrecernos…... En el Padrenuestro alabamos el Santo nombre de Dios, que un judío apenas podía pronunciar. Pero la confianza en Dios que nos ha transmitido Jesucristo nos hace hablar con él con toda confianza y a su vez con todo respeto a su santo nombre. En el Padrenuestro le pedimos a Dios muchas cosas: "venga a nosotros tu Reino", "danos hoy nuestro pan de cada día", "no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal". Nuestra oración debe ser perseverante: "Pedid y se os dará". Pedir con confianza sí, pero colaborando también a que se haga realidad lo que pedimos. No podemos pedir por la paz del mundo si nosotros no somos constructores de paz. Dicen que la oración de petición es la más practicada… Estamos acostumbrados a pedir y nos olvidamos de dar gracias. En el salmo 137, que hoy proclamamos, su autor da gracias "de todo corazón" porque "cuando te invoqué me escuchaste". En la primera lectura Abraham "el amigo de Dios" le pide a Dios que no destruya la ciudad y obtiene respuesta "En atención a los diez, no la destruiré". Pero no había ni diez justos…. En la curación de los diez leprosos sólo hay uno que es agradecido. ¿Sabemos conjugar la oración de petición con la de acción de gracias? También en el Padrenuestro nos ofrecemos a Dios "Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo". ¡Qué difícil nos es decir esta parte de la oración! Muchas veces confundimos la voluntad de Dios con nuestra voluntad. Tengamos en cuenta que la voluntad de Dios es la felicidad de hombre y nos costará menos aceptarla en nuestra vida. En el Padrenuestro pedimos perdón a Dios por nuestras ofensas. En el "antiguo" Padrenuestro en castellano decíamos "deudas", expresión mucho más pobre que confundía, pues podía entenderse que estábamos hablando sólo de las deudas económicas o materiales. Pero no debemos olvidar lo que sigue..."como también nosotros perdonamos a los que nos han ofendido". Esto nos compromete a ser nosotros también "perdonadores". No podemos tener la cara de pedir perdón si no somos capaces de perdonar. Hay personas que se saltan esta expresión del Padrenuestro. Si actuamos así somos como el siervo que fue perdonado en una gran deuda por el rey y no fue después capaz de perdonar a otro una pequeña deuda.
4.- ¿Sabemos rezar el Padrenuestro? ¿Cómo lo hacemos? Tenemos que orar con esta hermosa oración dándonos cuenta de lo que decimos en cada frase, sintiéndolo en nuestro interior, comprometiendo nuestra vida con las palabras que decimos. Me emociona ver cómo hasta los niños de 2 años saben rezarlo. Que no pase un día de nuestra vida sin haber orado con el Padrenuestro. Hacerlo vida es la mejor manera de vivir el Evangelio.
                 
José María Martín OSA


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