Lecturas del día



Lectura de la primera carta de san Juan
2, 12-17

Hijos, les escribo
porque sus pecados han sido perdonados
por el nombre de Jesús.
Padres, les escribo
porque ustedes conocen al que existe desde el principio.
Jóvenes, les escribo
porque ustedes han vencido al Maligno.
Hijos, les he escrito
porque ustedes conocen al Padre.
Padres, les he escrito
porque ustedes conocen al que existe desde el principio.
Jóvenes, les he escrito
porque son fuertes,
y la Palabra de Dios permanece en ustedes,
y ustedes han vencido al Maligno.
No amen al mundo ni las cosas mundanas.
Si alguien ama al mundo,
el amor del Padre no está en él.
Porque todo lo que hay en el mundo
-los deseos de la carne,
la codicia de los ojos
y ostentación de riqueza-
no viene del Padre, sino del mundo.
Pero el mundo pasa, y con él, sus deseos.
En cambio, el que cumple la voluntad de Dios
permanece eternamente.

Palabra de Dios.


El mensaje va dirigido a la comunidad, cada cosa que indica a los sucesivos grupos, es extensible a todos los integrantes de la familia cristiana. Y dentro de la comunidad seguidora de Jesús el tener conciencia de ser hijos es una de las experiencias más gratificantes, al reconocer así que hemos nacido de Dios, que Él nos ha llamado a la fe y a nuestro Dios lo reconocemos como Padre.  Añade el texto, el mundo, como realidad opuesta a los planes de un Dios entregado a la causa de los hombres. Llamada de atención para no bajar la guardia ante los que dicen no a la Palabra, ni pretender la comunidad cristiana servir a dos señores, pues así hacemos un camino de muerte. Los hijos de Dios somos caminantes hacia la vida y por el amor de un Dios que es Padre permaneceremos para siempre.


SALMO RESPONSORIAL                                  95, 7 -10

R.    Alégrese el cielo y exulte la tierra.

Aclamen al Señor, familias de los pueblos,
aclamen la gloria y el poder del Señor;
aclamen la gloria del nombre del Señor. R.

Entren en sus atrios trayendo una ofrenda,
adoren al Señor al manifestarse su santidad:
¡que toda la tierra tiemble ante Él! R.

Digan entre las naciones: «¡El Señor reina!
El mundo está firme y no vacilará.
El Señor juzgará a los pueblos con rectitud». R.




    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
2, 22. 36-40

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor.
Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él.

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús es todavía un niño, un niño débil, indefenso, amenazado... pero Ana, hija de Panuel, comienza a dar gracias a Dios y a hablar del niño Jesús a cuantos esperaban la liberación de Israel. La oración y los ayunos habían afinado tanto la sensibilidad de esta mujer que es capaz de darse cuenta de que aquel niño es el Enviado de Dios para liberar a su pueblo.

Si rezásemos más y ayunemos de todo aquello que nos aleja de Dios, también nosotros sabríamos descubrir la presencia de Dios en nuestro mundo, en nuestra vida.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

La gracia de Dios acompañaba a Jesús. La gracia de Dios te acompaña a ti para que crezcas cada día más en entrega, en felicidad, en esperanza, en sabiduría, en fe...
            “Señor, acompáñame, aunque a veces te olvide”
            “Ayúdanos a descubrir tu cercanía”
            “Enséñanos a ser buenos acompañantes”

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