Lecturas del día



Lectura de la carta de Santiago
1, 12-18

Queridos hermanos:
Feliz el hombre que soporta la prueba, porque después de haberla superado, recibirá la corona de Vida que el Señor prometió a los que lo aman.
Nadie, al ser tentado, diga que Dios lo tienta. Dios no puede ser tentado por el mal, ni tienta a nadie, sino que cada uno es tentado por su propia concupiscencia, que lo atrae y lo seduce. La concupiscencia es madre del pecado. y éste, una vez cometido, engendra la muerte.
No se engañen, queridos hermanos. Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación. Él ha querido engendramos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación.

Palabra de Dios.


Un cristiano, ante las tentaciones que le salen al paso, no tiene que echar la culpa a Dios ni a ningún factor de fuera. Nos vienen de nosotros mismos. Hay un análisis psicológico y religioso de nuestra debilidad humana.
De Dios sólo nos vienen dones y fuerza. El sólo sabe ayudar y nos ha destinado a ser «primicias de su creación». De Dios sí que podemos estar seguros de que lo suyo es ayudar. Él nos va educando -también a través de nuestras caídas- a lo largo de toda nuestra vida. El que supera la prueba «recibirá la corona de vida que el Señor prometió a los que lo aman». Cuántas veces le pedimos a Dios: «no nos dejes caer en tentación», «líbranos del mal». Esta fuerza de Dios es la que hará posible que se cumpla su plan sobre que no sólo nos salvemos nosotros, sino que ayudemos a otros a seguir el camino que Dios quiere.



SALMO RESPONSORIAL                      93, 12-13a. 14-15. 18-19

R.    ¡Feliz el que es educado por ti, Señor!

Feliz el que es educado por ti, Señor,
aquél a quien instruyes con tu ley,
para darle un descanso
después de la adversidad. R.

Porque el Señor no abandona a su pueblo
ni deja desamparada a su herencia:
la justicia volverá a los tribunales
y los rectos de corazón la seguirán. R.

Cuando pienso que voy a resbalar,
tu misericordia, Señor, me sostiene;
cuando estoy cargado de preocupaciones,
tus consuelos me llenan de alegría. R.





   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos
8, 13-21

Jesús volvió a embarcarse hacia la otra orilla del lago.
Los discípulos se habían olvidado de llevar pan y no tenían más que un pan en la barca. Jesús les hacía esta recomendación: «Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes». Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan.
Jesús se dio cuenta y les dijo: «¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?»
Ellos le respondieron: «Doce».
«Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogieron?»
Ellos le respondieron: «Siete».}
Entonces Jesús les dijo: «¿Todavía no comprenden?»

Palabra del Señor.



Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús advierte a sus discípulos de las malas maneras que gastan los fariseos y Herodes. Pero entienden las palabras de Jesús como un reproche contra ellos. A los discípulos les cuesta entender a Jesús. ¡Es tan distinto a todo lo que han conocido!
A nosotros nos pasa lo mismo. Tenemos dificultades para comprender. Por eso, necesitamos paciencia, mucha paciencia, para asumir que la santidad es una larga carrera, en la que los retrocesos y los parones forman parte de su desarrollo. Lo importante es querer avanzar y poner los medios para hacerlo.
    "Señor, dame paciencia para no tirar la toalla"
    "Ilumíname con tu luz, Señor"
    "Dame la fuerza de tu Espíritu"

Pero no gastemos toda la paciencia con nosotros mismos. Necesitamos también emplearla con los demás. En ocasiones no nos comprenden, o nos comprenden poco o muy lentamente.
    "Señor, perdona mi falta de comprensión"
    "Ayúdame a esperar en mis hermanos"
    "Gracias por las personas que han sido pacientes conmigo"

Señor, me impresiona la paciencia
que tienes conmigo y con todos tus hijos.

Cuando te acercas y yo me alejo,
Tú esperas y alientas mi regreso.

Cuando me enfado contigo y con los hermanos,
Tú esperas y sigues ofreciéndome tu mejor sonrisa.

Cuando me hablas y no comprendo o no te contesto,
Tú esperas y sigues ofreciéndome tu palabra.

Cuando no sé qué camino debo elegir,
Tú esperas y sigues dándome luz y valor.

Cuando me cuesta servir y entregarme,
Tú esperas y das tu vida por mí, sin reservarte nada.

Cuando soy egoísta y no doy buenos frutos,
Tú esperas, me riegas y me abonas.

Cuando me amas y yo no correspondo,
Tú esperas y multiplicas tus gestos de cariño.

En tu paciencia se esconden mis posibilidades de mejorar, de crecer,
de ser yo mismo, de cumplir lo que Tú has soñado para mí, de ser plenamente feliz.

Señor, que sepa aprovechar las oportunidades
que tu paciencia me brinda.

Y que tu paciencia me ayude a ser paciente con los hermanos. Amén.

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