Semana 9ª durante el año




Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo
a Timoteo
3, 10-17

Querido hijo:
Tú has seguido de cerca mi enseñanza, mi modo de vida y mis proyectos, mi fe, mi paciencia, mi amor y mi constancia, así como también las persecuciones y sufrimientos que debí soportar en Antioquía, Iconio y Listra. ¡Qué persecuciones no he tenido que padecer! Pero de todas me libró el Señor. Por lo demás, los que quieran ser fieles a Dios en Cristo Jesús, tendrán que sufrir persecución. Los pecadores y los impostores, en cambio, irán de mal en peor, y engañando a los demás, se engañarán a sí mismos.
Pero tú, permanece fiel a la doctrina que aprendiste y de la que estás plenamente convencido: tú sabes de quiénes la has recibido. Recuerda que desde la niñez conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación, mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para corregir y para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer siempre el bien.

Palabra de Dios.


También nosotros, hemos experimentado más de una vez las dificultades de la vida por vivir como cristianos en este mundo. Pablo nos lo ha anunciado: «El que quiera ser fiel a Dios, tendrá que sufrir persecución». Nos vienen bien los consejos que da a su discípulo: que no perdamos nunca la confianza en Dios, que no nos acobardemos ante las pruebas o el rechazo de los hombres, que permanezcamos en lo que hemos aprendido y se nos ha confiado, que seamos perseverantes en nuestro seguimiento de Cristo. ¿Tenemos temple espiritual para aguantar penalidades por Cristo, si se nos presentan? Ya nos había avisado el mismo Jesús que seguirle comportaba tomar muchas veces su cruz. La Eucaristía, es nuestra luz y nuestra fuerza diaria para el camino. Continuamente estamos bebiendo en la fuente de agua de la Escritura, la que, según Pablo, puede darnos la sabiduría que conduce a la salvación y que nos resulta útil para todo: para enseñar, reprender, corregir, educar en la virtud. Sobre todo para crecer en la vida de fe.




SALMO RESPONSORIAL                      118, 157. 160-161. 165-166. 168

R.    ¡Los que te aman gozan de paz, Señor!

Son muchos los que me persiguen y me oprimen,
pero yo no me desvié de tus prescripciones.
Lo primordial de tu palabra es la verdad,
y tus justos juicios permanecen para siempre. R.

Los poderosos me persiguen sin motivo,
pero yo temo únicamente tu palabra.
Los que aman tu ley gozan de una gran paz,
nada los hace tropezar. R.

Yo espero tu salvación, Señor,
y cumplo tus mandamientos.
Yo observo tus mandamientos y tus prescripciones,
porque Tú conoces todos mis caminos. R.





    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos
12, 35-37

Jesús se puso a enseñar en el Templo y preguntaba: «¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David'? El mismo David ha dicho, movido por el Espíritu Santo:
"Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
hasta que ponga
a tus enemigos debajo de tus pies".
Si el mismo David lo llama "Señor", ¿cómo puede ser hijo suyo?»
La multitud escuchaba a Jesús con agrado.

Palabra del Señor.

Reflexión

Jesús es consciente de su Mesianidad, de su ser Señor y Rey. Sin embargo toda su vida se desarrolla en el servicio y en la entrega en amor por nosotros; amor que llega hasta el extremo de llevarle a dar su vida por nosotros, como si nosotros fuésemos los Señores.
Él mismo diría: ¿Quién es el más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está a la mesa? Pues yo, que soy su Maestro y Señor, he estado en medio de ustedes como el que sirve. Él nos ha dado ejemplo, para que hagamos como Él lo ha hecho.
Efectivamente el camino de la Iglesia es el camino del servicio. Hemos sido ungidos por el Espíritu Santo, y hemos sido hechos hijos de Dios por nuestra unión con Cristo, para ser enviados como testigos del Evangelio y ser puestos al servicio de la salvación de todos.
No podemos vivir como opresores, ni como simples maestros que proclamen el Evangelio desde los estrados. Necesitamos caminar con la gente para remediar sus diversos males. Entonces no sólo seremos aquellos que anuncien el Evangelio, sino aquellos que den testimonio del mismo con la vida, hecha Evangelio viviente del Padre para la humanidad entera.
El Señor nos ha mostrado el camino, vayamos tras las huellas de Cristo.

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