Lecturas de hoy / Cuarta Semana de Cuaresma

 


Lectura del libro de Isaías

 

49, 8-15

 

Así habla el Señor:

En el tiempo favorable, Yo te respondí,

en el día de la salvación, te socorrí.

Yo te formé

y te destiné a ser la alianza del pueblo,

para restaurar el país,

para repartir las herencias devastadas,

para decir a los cautivos: «¡Salgan! »,

y a los que están en las tinieblas: «¡Manifiéstense!»

Ellos se apacentarán a lo largo de los caminos,

tendrán sus pastizales hasta en las cumbres desiertas.

No tendrán hambre, ni sufrirán sed,

el viento ardiente y el sol no los dañarán,

porque el que se compadece de ellos los guiará

y los llevará hasta las vertientes de agua.

De todas mis montañas Yo haré un camino

y mis senderos serán nivelados.

Sí, ahí vienen de lejos,

unos del norte y del oeste,

y otros, del país de Siním.

¡Griten de alegría, cielos,

regocíjate, tierra!

¡Montañas, prorrumpan en gritos de alegría,

porque el Señor consuela a su Pueblo

y se compadece de sus pobres!

 

Sión decía: «El Señor me abandonó,

mi Señor se ha olvidado de mí».

¿Se olvida una madre de su criatura,

no se compadece del hijo de sus entrañas?

¡Pero aunque ella se olvide, Yo no te olvidaré!

 

Palabra de Dios.



Por el clima árido de Palestina, las fuentes son símbolos del poder vivificador de Dios. Por eso, en las inmediaciones se erigía un santuario. En la visión de Ezequiel, este poder mana del mismo templo y fluye hacia oriente, por donde regresó la Gloria del Señor a morar con su pueblo. Al principio, es un pequeño arroyo insignificante, comparado con los grandes ríos mesopotámicos, pero va creciendo cada vez más y más. Es sugestivo el contraste entre la medida exacta y calculada siempre igual por el ángel y el crecer sin medida del agua, cuyo poder debe experimentar el profeta en su cuerpo. A él se le revela la extraordinaria fecundidad y eficacia de la fuente: llena de vegetación el territorio, sana el mar Muerto, hace que abunden los peces y que prosperen las gentes; los árboles frutales dan cosechas extraordinarias. Jesús es el verdadero templo del que brota el agua viva del Espíritu.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                         144, 8-9. 13cd-14. 17-18

 

R.    El Señor es bondadoso y compasivo.

 

El Señor es bondadoso y compasivo,

lento para enojarse y de gran misericordia;

el Señor es bueno con todos

y tiene compasión de todas sus criaturas. R.

 

El Señor es fiel en todas sus palabras

y bondadoso en todas sus acciones.

El Señor sostiene a los que caen

y endereza a los que están encorvados. R.

 

El Señor es justo en todos sus caminos

y bondadoso en todas sus acciones;

está cerca de aquéllos que lo invocan,

de aquéllos que lo invocan de verdad. R.

 

 

 


 

    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Juan

 

5, 17-30

 

Jesús dijo a los judíos:

«Mi Padre trabaja siempre, y Yo también trabajo». Pero para los judíos ésta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre.

Entonces Jesús tomó la palabra diciendo:

«Les aseguro

que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo

sino solamente lo que ve hacer al Padre;

lo que hace el Padre,

lo hace igualmente el Hijo.

Porque el Padre ama al Hijo

y le muestra todo lo que hace.

Y le mostrará obras más grandes aún,

para que ustedes queden maravillados.

 

Así como el Padre resucita a los muertos

y les da vida,

del mismo modo el Hijo da vida al que Él quiere.

Porque el Padre no juzga a nadie:

Él ha puesto todo juicio en manos de su Hijo,

para que todos honren al Hijo

como honran al Padre.

El que no honra al Hijo,

no honra al Padre que lo envió.

Les aseguro

que el que escucha mi palabra

y cree en Aquél que me ha enviado,

tiene Vida eterna

y no está sometido al juicio,

sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida.

Les aseguro

que la hora se acerca, y ya ha llegado,

en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios;

y los que la oigan, vivirán.

Así como el Padre tiene la vida en sí mismo,

del mismo modo ha concedido a su Hijo

tener la vida en sí mismo,

y le dio autoridad para juzgar

porque Él es el Hijo del hombre.

No se asombren:

se acerca la hora

en que todos los que están en las tumbas

oirán su voz y saldrán de ellas:

los que hayan hecho el bien,

resucitarán para la Vida;

los que hayan hecho el mal,

resucitarán para el juicio.

 

Nada puedo hacer por mí mismo.

Yo juzgo de acuerdo con lo que oigo,

y mi juicio es justo,

porque lo que Yo busco no es hacer mi voluntad,

sino la de Aquél que me envió».

 

Palabra del Señor.





MI PADRE TRABAJA SIEMPRE



El Evangelio de hoy nos deja una primera sensación de algo confuso; Jesús hablando de muchas cosas al mismo tiempo como si estuviera apurado por enseñar y defenderse de los poderosos que querían matarlo. Estaba preocupado por cumplir su misión – El Anuncio del Reino y de las cosas del Padre – hasta el momento final. Nos muestra cómo tras ser criticado por los judíos por haber curado en un día de sábado, Jesús responde: “Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo”. Nos comunica su unión con el Padre. Jesús colabora con el Padre dando continuidad a la obra de la creación, para que un día, todos puedan entrar en el reposo prometido. Dios, que con tanto amor nos ha creado, en Jesús nos recrea y nos promete resurrección y vida eterna. Dios es Padre y desea que en su Hijo todos seamos partícipes de su comunión de amor. Ese es el gran misterio que la entrega de Jesús en la cruz pone de manifiesto al mundo, pero que Él, con toda su vida nos lo testimonia.
Jesús es el reflejo del Padre; lo manifiesta, lo dice… ¿yo soy reflejo de Jesús? ¿Qué están reflejando mis acciones?

 


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