Lecturas del día / Tercera Semana de Cuaresma

 



Lectura del libro de Jeremías

7, 23-28

 

Así habla el Señor:

Ésta fue la orden que les di a sus padres el día que los hice salir de Egipto: «Escuchen mi voz, así Yo seré su Dios y ustedes serán mi Pueblo; sigan por el camino que Yo les ordeno, a fin de que les vaya bien».

Pero ellos no escucharon ni inclinaron sus oídos, sino que obraron según sus designios, según los impulsos de su corazón obstinado y perverso; se volvieron hacia atrás; no hacia adelante.

Desde el día en que sus padres salieron de Egipto hasta el día de hoy, Yo les envié a todos mis servidores los profetas, los envié incansablemente, día tras día. Pero ellos no me escucharon ni inclinaron sus oídos, sino que se obstinaron y obraron peor que sus padres.

Tú les dirás todas estas palabras y no te escucharán; los llamarás y no te responderán. Entonces les dirás: «Ésta es la nación que no ha escuchado la voz del Señor, su Dios, ni ha recibido la lección. La verdad ha desaparecido, ha sido arrancada de su boca».

 

Palabra de Dios.


En el 608, Jeremías pronunció a la puerta del templo un célebre discurso. Denunció la ceguera de Israel, que se enorgullecía de poseer el templo, pero que no respetaba las prescripciones religiosas de la Alianza, la cual, de hecho, atendía, ante todo, a la fidelidad a la palabra divina, y no a los sacrificios rituales, que no son sino su señal exterior. Jeremías no se opuso al culto, pero insistió mucho en la necesidad de una religión interior, la única que podía dar sentido a la religión cultual. Solamente en la escucha obediente -de hecho, el primer mandamiento comienza con "Escucha, Israel"- el pueblo elegido podrá conocer a su Dios, diferente de otra divinidad o ídolo.

 


 

SALMO RESPONSORIAL                                                   94, 1-2. 6-9

 

R.    ¡Ojalá hoy escuchen la voz del Señor!

 

¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor,

aclamemos a la Roca que nos salva!

¡Lleguemos hasta Él dándole gracias,

aclamemos con música al Señor! R.

 

¡Entren, inclinémonos para adorarlo!

¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó!

Porque Él es nuestro Dios,

y nosotros, el pueblo que Él apacienta,

las ovejas conducidas por su mano. R.

 

Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:

«No endurezcan su corazón como en Meribá,

como en el día de Masá, en el desierto,

cuando sus padres me tentaron y provocaron,

aunque habían visto mis obras». R.

 

 

 


 

    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

11, 14-23

 

Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada, pero algunos de ellos decían: «Éste expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios». Otros, para ponerlo a prueba, exigían de Él un signo que viniera del cielo.

Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: «Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- Yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si Yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si Yo expulso a los demonios con la fuerza de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.

Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita las armas en las que confiaba y reparte sus bienes.

El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama».

 

Palabra del Señor.


El Que No Está Conmigo Está Contra Mí.

Nos encontramos nuevamente en un ambiente de controversia, de hostilidad entre Jesús y los fariseos. La polémica se centra sobre el origen del poder de Jesús. La cerrazón de algunas personas era tan fuerte que atribuían al demonio las obras buenas que Jesús hacía. En eso consistía su pecado: no reconocer todo lo bueno que Dios estaba obrando. Y en lugar de eso, pedían señales extraordinarias. Hoy abramos los ojos y los oídos porque Dios está obrando y hablando para llegar a nuestro corazón. Este evangelio se nos ofrece como una llamada a revisar nuestra vida, nuestras actitudes y para que seamos capaces de superar miradas mezquinas (todavía presentes). 


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