Los pasos de la Cuaresma



 

El paso del desierto. Hay que saber conquistar espacios

de silencio y de reflexión. El alejarnos del ámbito,

en el cual nos desenvolvemos todos los días,

nos proporciona salud psíquica y un encuentro

con nosotros mismos y con Dios.

 

El paso de la oración. Este tiempo es fundamental

para llamar al teléfono del cielo. Es cuestión de utilizar

la tarjeta de la oración y el listín de la Biblia. Además,

aunque el beneficio es grande para el que llama,

el coste económico es nulo. Todo lo paga Dios.

 

El paso de la caridad. Si Jesús hace tanto por nosotros,

hemos de responder con la misma generosidad por alguien

y con algo. La limosna, lejos de ser una bandera,

es la consecuencia del que desea identificarse

con Jesucristo.

 

El paso de la conversión. En cuantas ocasiones,

cuando vamos a adquirir un producto, comprobamos

algún defecto y solicitamos el cambio del mismo.

También el Señor, en este tiempo cuaresmal,

ante su pasión, muerte y Resurrección,

nos pide corregir errores.

 

El paso del tiempo. Estos 40 días son una etapa privilegiada

para renovarnos interiormente. La paz y el recogimiento

de una iglesia puede ayudarnos a modelar nuestras actitudes.

Entra a una iglesia siempre que veas sus puertas abiertas.

 

El paso de la palabra. Para avanzar en nuestra conversión

es imprescindible hacerlo a través de la escucha de la Palabra

de Dios. Una Biblia –abierta por el libro del Exodo– te ayudará

a sentirte peregrino en busca de la Tierra Prometida.

 

El paso de la gracia. No estamos solos. ¡Dios existe!

Nos lo dice el corazón; el testimonio de tantos miles

de hombres y mujeres que se han dejado y se dejan guiar

por la presencia misteriosa de Dios. ¡Abrete a su gracia!

¡Disfruta sin dejar de ser cristiano!

 

El paso de la reconciliación. La falta de perdón es exponente

de debilidad en la fe. El rencor, entre otras cosas, frena

y condiciona nuestra felicidad. Levanta delante de nosotros

muros que nos impiden ver a las personas como amigos

o como hermanos.

 

El paso de la penitencia. Tener de todo no es sinónimo

de “tenerlo todo”. La avaricia o el egoísmo nos han llevado,

en parte, a una situación de crisis o de desesperanza general.

La cuaresma nos ayuda a situar las cosas en su justo lugar

y, al hombre, por encima de todo. Es tiempo de rezar por los que,

en este tiempo de crisis, están sufriendo la cruz del paro,

la pobreza, la ansiedad o la falta de medios económicos.

 

El paso de la fe. Una fe que no se cultiva es un barco

a la deriva. Es un campo que, aunque sembrado con mimo,

el viento, el sol o las tormentas, pueden arruinar la cosecha.

La cuaresma es un buen abono para fortalecer, cuidar

y preservar la fe en Cristo. La Eucaristía diaria te ayudará.

 

El paso de la abstinencia. Una alianza, en las manos

de los contrayentes, les recuerda permanentemente

que son el uno del otro. La abstinencia de carne, los viernes

de cuaresma, el ayuno el Miércoles de Ceniza o en Viernes Santo,

nos recuerda que somos miembros del Cuerpo de Cristo.

Que lo tenemos presente en nuestras comidas

y en nuestras familias.

 

El paso de la Iglesia. Vivir este tiempo como asamblea santa,

alrededor del altar, contemplando la cruz y bajo la sabia tutela

de la Iglesia, nos enriquece en el espíritu de la comunión eclesial.

Del costado de Cristo nació su Iglesia. Oremos por ella,

la defendamos y trabajemos con ella.

 

P. Javier Leoz

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