Liturgia - Lecturas del día




 Lectura de la profecía de Ezequiel

36, 23-28

 

Así habla el Señor:

Yo santificaré mi gran Nombre, profanado entre las naciones, profanado por ustedes. Y las naciones sabrán que Yo soy el Señor -oráculo del Señor- cuando manifieste mi santidad a la vista de ellas, por medio de ustedes.

Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los países y los llevaré a su propio suelo. Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos.

Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que sigan mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes.

Ustedes habitarán en la tierra que Yo he dado a sus padres. Ustedes serán mi Pueblo y Yo seré su Dios.

 

Palabra de Dios.



La salvación de Dios apunta siempre hacia el futuro. Rota la alianza, habrá una alianza nueva. Todo será nuevo desde dentro. Se renovarán el espíritu y el corazón. El agua pura del Señor realizará la transformación. Purificación total de Israel; reocupación de la tierra perdida; renovación de la alianza. Son los puntos capitales del oráculo. Central es la purificación del pueblo, donde las palabras evocan el lenguaje de la creación. Dios prepara una novedad total. La fórmula de la alianza adquiere nuevos contenidos: «mi pueblo» son los nacidos de Dios por el agua y el Espíritu; se rompe el concepto de raza. Ezequiel anuncia el pueblo de la nueva alianza que sellaría la sangre de Cristo.

 

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                              50, 12-15. 18-19

 

R.    Los rociaré con agua pura, quedarán purificados.

 

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,

y renueva la firmeza de mi espíritu.

No me arrojes lejos de tu presencia

ni retires de mí tu santo espíritu. R.

 

Devuélveme la alegría de tu salvación,

que tu espíritu generoso me sostenga:

yo enseñaré tu camino a los impíos

y los pecadores volverán a ti. R.

 

Los sacrificios no te satisfacen;

si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:

mi sacrificio es un espíritu contrito,

Tú no desprecias el corazón contrito y humillado. R.

 

 

 


 

   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

22, 1-14

 

Jesús se dirigió a los sumos sacerdotes y fariseos, diciendo esta parábola:

El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero éstos se negaron a ir.

De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: «Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas». Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.

Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores: «El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren».

Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.

Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. «Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?» El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: «Átenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes».

Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.

 

Palabra del Señor.



“Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.”



El evangelio de hoy narra la parábola del banquete. Es una figura recurrente en la predicación de Jesús. Se trata de esa fiesta de bodas que sucederá al final de los tiempos y que será la unión de Jesús con su Iglesia. El mensaje del texto es claro: los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo son buenos conocedores de la Ley, no han reconocido en Jesús al Mesías enviado por Dios; son otros los que sí lo aceptan (no tienen necesidad de médico los –que se creen– sanos sino los enfermos); en conclusión: «muchos son los llamados, pero pocos los elegidos». En realidad, son dos parábolas, una de los invitados a la boda y otra del invitado que no vestía dignamente. La primera se refiere a los llamados y la segunda a los elegidos. Todo esto nos enseña finalmente que, no basta ser convidado, hay también que ser elegido. No basta ser cristiano de toda la vida y pertenecer a la Iglesia, es necesario “llevar el traje de fiesta”, dicho de otro modo, significa: revestirnos de Cristo.

A la luz del texto nos preguntamos: ¿Cuáles son los motivos que ciertas personas alegan para excluirse del deber de participar en la comunidad? ¿Son motivos justos?





Comentarios

Entradas populares de este blog

LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA Fiesta

Feliz Aniversario sacerdotal