Liturgia - Lecturas del día




 Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Corinto

1, 1-9

 

Pablo, llamado a ser Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, saludan a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto con todos aquellos que en cualquier parte invocan el Nombre de Jesucristo, nuestro Señor, Señor de ellos y nuestro. Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

No dejo de dar gracias a mi Dios por ustedes, por la gracia que Él les ha concedido en Cristo Jesús. En efecto, ustedes han sido colmados en El con toda clase de riquezas, las de la palabra y las del conocimiento, en la medida que el testimonio de Cristo se arraigó en ustedes. Por eso, mientras esperan la Revelación de nuestro Señor Jesucristo, no les falta ningún don de la gracia. Él los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en el día de la Venida de nuestro Señor Jesucristo. Porque Dios es fiel, y Él los llamó a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.

 

Palabra de Dios.

 


Es indicativo el hecho de que en los primeros versículos resuene nueve veces el nombre de Jesucristo. Es como si Pablo se sintiese obsesionado, no por el nombre, sino por la realidad encerrada en él. Es el nombre sobre todo nombre; es el nombre capaz de realizar los más grandes prodigios; es el único nombre a través del cual los hijos de esta tierra pueden alcanzar la salvación. Es el Señor. Y con esto ya está todo, porque en este título pretende encerrar Pablo cuanto el A. T. afirma de Dios como fuente inextinguible de toda riqueza. Ya desde el principio, el apóstol quiere desenmascarar la suficiencia natural y humana de que comenzaban a hacer gala aquellos cristianos de Corinto y señalar bien alto y claro dónde radica la verdadera sabiduría, la auténtica dicha, la riqueza de verdad consistente.

 


SALMO RESPONSORIAL                                                     144, 2-7

 

R.    ¡Te alabamos, Señor; y bendecimos tu Nombre!

 

Señor, día tras día te bendeciré,

y alabaré tu Nombre sin cesar.

¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza:

su grandeza es insondable! R.

 

Cada generación celebra tus acciones

y le anuncia a las otras tus portentos:

ellas hablan del esplendor de tu gloria,

y yo también cantaré tus maravillas. R.

 

Ellas publican tus tremendos prodigios

y narran tus grandes proezas;

divulgan el recuerdo de tu inmensa bondad

y cantan alegres por tu victoria. R.

 

 

 


 

  Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

       según san Mateo

24, 42-51

 

Jesús habló diciendo:

Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.

¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno? Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo. Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si es un mal servidor que piensa: "Mi señor tardará”, y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos, su señor llegará el día y la hora menos pensada, y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.

 

Palabra del Señor.



“ ...porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora menos pensada”


Nuevamente recibimos esta palabra de Jesús, dura para aquellos que no practican lo que predican y también para aquellos que obran mal pensando que nadie se va a dar cuenta. 

Jesús nos pide una rectitud de corazón, servidor fiel es aquel que actúa

siempre con el bien independiente de las circunstancias, o si son pequeñas o grandes cosas. 



Quiero cultivar en mi interior un corazón “centinela”, capaz de estar atento, reconocer y anunciar a todo mi ser la presencia cotidiana de Jesús. Que el ejército de mis fuerzas, emociones, energías, sentimientos y decisiones estén siempre a la espera de sus indicaciones. Ayúdame Señor a reconocerte en cada persona, situación y acontecimiento, por difícil o complejo que fuera.

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