Liturgia - Lecturas del día




 Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Corinto

1, 26-31

 

Hermanos:

Tengan en cuenta quiénes son los que han sido llamados: no hay entre ustedes muchos sabios, hablando humanamente, ni son muchos los poderosos ni los nobles.

Al contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale. Así, nadie podrá gloriarse delante de Dios.

Por Él, ustedes están unidos a Cristo Jesús, que por disposición de Dios, se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia, en santificación y redención, a fin de que, como está escrito: "El que se gloría, que se gloríe en el Señor".

 

Palabra de Dios.



El hecho de que Dios elija lo pequeño, lo insignificante, lo débil, incluso lo inútil a los ojos del mundo para llevar adelante sus planes, no es un fenómeno nuevo en la historia de la salvación. La antigua alianza está jalonada de elecciones aparentemente desconcertantes por parte de Dios. Era preciso preparar el escándalo de la cruz que salva. Dios, a pesar de ser el único que puede hacerlo, no improvisa. Tampoco necesita de recursos humanos para realizar su voluntad. Por eso nadie piense que hace un favor a Dios al darle un «sí» o al prestarle su colaboración. Es Dios quien nos hace un favor al elegirnos como colaboradores y, una vez cumplida nuestra tarea, nos queda aplicarnos aquellas palabras del Señor: «Siervos inútiles somos».


 

 

SALMO RESPONSORIAL                             32, 12-13. 18-21

 

R.    ¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia!

 

¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor,

el pueblo que Él se eligió como herencia!

El Señor observa desde el cielo

y contempla a todos los hombres. R.

 

Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,

sobre los que esperan en su misericordia,

para librar sus vidas de la muerte

y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.

 

Nuestra alma espera en el Señor:

Él es nuestra ayuda y nuestro escudo.

Nuestro corazón se regocija en Él:

nosotros confiamos en su santo Nombre. R.

 

 

 


   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

25, 14-30

 

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:

El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió.

En seguida, el que había recibido cinco talentos fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos ganó otros dos; pero el que recibió uno solo hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.

Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presento otros cinco. «Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado». «Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor».

Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: «Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado». «Está bien, servidor bueno y fiel; y que respondiste fielmente en lo poco, te encargare de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor».

Llegó luego el que había recibido un solo talento. «Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!» Pero el señor le respondió: «Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes».

 

Palabra del Señor.


“Dios no te va a exigir más de lo que vos podés”

En el evangelio de hoy, contemplamos la parábola de los talentos. Jesús con su parábola nos dice algo que todos nos damos cuenta. No todos tenemos las mismas cualidades, los mismos talentos. La verdad es que están ampliamente repartidos. Cada uno hemos recibido los nuestros. Toda persona tiene algunas cualidades, sabe alguna cosa que ella puede enseñar a los otros. Nadie es solamente alumno, nadie es solamente profesor. Aprendemos unos de otros. Pero junto a esta constatación, en esta parábola, se nos insiste en que debemos trabajar con los talentos recibidos y quien así lo haga recibirá su recompensa. Sin embargo, la realidad nos dice que no todos somos capaces de hacer multiplicar aquello que se nos ha confiado, a veces por miedo o mezquindad. ¿Cuáles son nuestros miedos que nos hacen enterrarlos y no ofrecerlos a la sociedad? Es posible que el impacto de la vida que llevamos nos haga indiferente al desarrollo de estos talentos y que los usemos solo en beneficio personal. No permitamos caer en la enfermedad del inmovilismo y la desolación y hagamos nuestro este mensaje del Papa Francisco dirigido a la juventud hace algunos años atrás: “la vida no se nos ha dado para que la conservemos celosamente para nosotros mismos, sino que se nos ha dado, para que la donemos. ¡Queridos jóvenes, tengan un corazón grande! ¡No tengan miedo de soñar cosas grandes!”. Pongamos lo que somos y tenemos a disposición de esa misión que se nos ha confiado.

En nuestra comunidad, ¿tratamos de conocer y valorar los dones de cada persona? Nuestra comunidad ¿es un espacio donde las personas pueden desenvolver sus dones? A veces los dones de una persona engendran envidia y competitividad en los otros. ¿Cómo reaccionamos?


 

 


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