Lecturas de hoy / 4º Semana de Adviento




 Lectura del primer libro de Samuel

1, 19b-20. 24-28

 

Elcaná se unió a su esposa Ana, y el Señor se acordó de ella. Ana concibió, y a su debido tiempo dio a luz un hijo, al que puso el nombre de Samuel, diciendo: «Se lo he pedido al Señor».

Cuando el niño dejó de mamar, lo subió con ella, llevando además un novillo de tres años, una medida de harina y un odre de vino, y lo condujo a la Casa del Señor en Silo. El niño era aún muy pequeño. Y después de inmolar el novillo, se lo llevaron a Elí.

Ella dijo: «Perdón, señor mío; ¡por tu vida, señor!, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti, para orar al Señor. Era este niño lo que yo suplicaba al Señor, y Él me concedió lo que le pedía. Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a Él: para toda su vida queda cedido al Señor».

Después se postraron delante del Señor.

 

Palabra de Dios.



Ana, que tan insistentemente había pedido un hijo, acompaña ahora su acción de gracias con un don y –fiel a la promesa hecha al Señor– vuelve al templo a ofrecer el mejor de los sacrificios: su pequeño Samuel. Lo encomienda, por cierto, al sacerdote Elí, que había presenciado antes su ferviente plegaria. Las ofrendas que ella presenta son signo elocuente de su inmensa gratitud. Agradecer al Señor es un deber indispensable y, al mismo tiempo, una forma segura de seguir obteniendo otros muchos de sus favores.



 

 

SALMO RESPONSORIAL                                    1 Sam 2, 1. 4-8abcd

 

R.    Mi corazón se regocija en el Señor, mi Salvador

 

Mi corazón se regocija en el Señor,

tengo la frente erguida gracias a mi Dios.

Mi boca se ríe de mis enemigos,

porque tu salvación me ha llenado de alegría. R.

 

El arco de los valientes se ha quebrado,

y los vacilantes se ciñen de vigor;

los satisfechos se contratan por un pedazo de pan,

y los hambrientos dejan de fatigarse;

la mujer estéril da a luz siete veces,

y la madre de muchos hijos se marchita. R.

 

El Señor da la muerte y la vida,

hunde en el Abismo y levanta de él.

El Señor da la pobreza y la riqueza,

humilla y también enaltece. R.

 

Él levanta del polvo al desvalido

y alza al pobre de la miseria,

para hacerlos sentar con los príncipes

y darles en herencia un trono de gloria. R.

 

 

 


 

   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

1, 46-55

 

María dijo:

Mi alma canta la grandeza del Señor,

y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,

porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora.

 

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,

porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:

¡su Nombre es santo!

Su misericordia se extiende de generación en generación

sobre aquéllos que lo temen.

 

Desplegó la fuerza de su brazo,

dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de sus tronos,

y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos

y despidió a los ricos con las manos vacías.

 

Socorrió a Israel, su servidor,

acordándose de su misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,

en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.

 

Palabra del Señor.

 



Proclama mi alma la grandeza del


 Señor

El relato de la Visitación, que ayer iniciamos, se concluye hoy. Estamos cerca de la celebración de la fiesta de la Encarnación y Lucas nos presenta dos figuras femeninas que han sido sorprendidas por un anuncio, han sido escogidas para llevar a cabo el gran proyecto de Dios, salvar la humanidad y liberarla del pecado. Las dos se encuentran y en ese encuentro las dos tienen una reacción. Es un encuentro de agradecimiento.

Es un encuentro dónde las dos, movidas por el Espíritu Santo, hacen el agradecimiento por medio de una bendición. Isabel bendice a María por aceptar la voluntad de Dios en beneficio de la humanidad y por su ayuda solidaridad que le llena de alegría.  María corresponde a ese agradecimiento bendiciendo y alabando a Dios por el comportamiento en favor de su pueblo. Bendice y alaba a Dios porque actúa siempre mirando la humildad y sencillez de las personas. Bendice a Dios porque se fía y confía en los pequeños, en aquellos que la sociedad margina. María bendice y alaba a Dios porque ha estado grande con su pueblo.


Nos estamos preparando para la Navidad, debe ser el recuerdo agradecido a Dios, pues el Niño nacido en Belén, es el que nos ha enseñado la manera y la forma de ser personas dando un sentido concreto a nuestra vida. Haciéndose uno como nosotros nos está diciendo cómo se comporta Dios con nosotros y cómo quiere Dios que respondamos a ese comportamiento.

Ese comportamiento de Dios con la humanidad nos lleva a alabar y, bendecir tanto a Dios como a todas las personas. Bendecir es hablar bien, ensalzar, glorificar. Solemos percibir como bendición la que el sacerdote hace al final de la Eucaristía, bendecir la mesa y otras bendiciones de objetos. Naturalmente que todos necesitamos el favor de Dios, su protección y reconocimiento y por eso queremos que Dos nos bendiga. Sin embargo, somos menos sensibles a la bendición que podemos dirigir a Dios, como María, para alabarlo y glorificarlo. Y debemos ser sensibles a bendecir a las personas, para reconocerlas en su dignidad y en bien hacer, como Isabel.

Ojalá aprendamos a estar atentos para la bendición, para el bien decir a Dios y de Dios, a las personas y a todo lo creado por Dios. Cuando miramos la realidad desde el querer y hacer de Dios, percibimos la bondad de todo lo que Dios ha hecho, y provoca en nosotros con fuerza y ternura la alabanza y la bendición.

MitxelFr. Mitxel Gutiérrez Sánchez O.P.Casa Ntra.Sra. de los Ángeles (Vitoria)Enviar comentario al autor/a

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