¡Prepárate, Dios viene!
Necesitamos de una salvación urgente
para nuestro mundo. Ante tanto acontecimiento
negro es buena la luz que nos destella la Fe.
Por encima de todo, esta espera,
nos impregna de alegría:
Jesús siempre será una buena nueva.
Porque cuando el hombre vemos que ha perdido
el rumbo… Jesús, con su nacimiento,
le trae la posibilidad de reencontrarse
así mismo en la humildad y en la esperanza.
En cierta ocasión un joven presumía
de gustarle empaparse debajo de la lluvia.
Pero lo cierto era que, cada vez que llovía,
desplegaba un gigantesco paraguas
para protegerse de ella.
Un buen amigo se le acercó y le dijo:
“oye... si quieres mojarte de verdad…
¿por qué no cierras el paraguas?”
El mensaje de salvación nos exige replegar
el paraguas de nuestra incredulidad y del relativismo:
¡qué más quieren las ideas dominantes
que releguemos a un tercer plano a Dios!.
Y la actitud más apropiada es, precisamente,
dejarnos empapar totalmente por esa
gran novedad que Jesús nos trae: DIOS.
Por el ambiente (no exterior de la navidad)
y sí de los sentimientos que genera el sentido
auténtico de estos próximos días: JESÚS.
Ante la próxima Navidad no podemos contentarnos
con cumplir un simple expediente como cristianos
o de escuchar más o menos la Palabra de Dios.
Lo importante es que nos volvamos totalmente a Él;
que seamos como aquella veleta que, en lo más alto
del templo, nos dicta a las claras de dónde y por dónde
viene el viento de la fe: desde Oriente la Salvación.
En este Semana de la alegría ante el amigo
que viene no podemos presentarle una sonrisa falsa,
una vida postiza, una fe sin obras.
Ante el Señor que llega no cabe sino la emoción
del amigo que espera, por el amigo que llega.
Lo que más atrae de este tiempo de Adviento
es que Jesús se cuela en medio de todo ese noticiario
negro y calamitoso para abrirnos una realidad
y buena nueva:
¡Dios nos ama y por eso nunca se cansara
de nacer de nuevo!
P. Javier Leoz
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