Lecturas de hoy / Semana 1ª durante el año




 Lectura de la carta a los Hebreos

1, 1-6

 

Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo.

Él es el resplandor de su gloria

y la impronta de su ser.

Él sostiene el universo con su Palabra poderosa,

y después de realizar la purificación de los pecados,

se sentó a la derecha del trono de Dios

en lo más alto del cielo.

Así llegó a ser tan superior a los ángeles,

cuanto incomparablemente mayor que el de ellos

es el Nombre que recibió en herencia.

 

¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel:

"Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy"?

 

¿Y de qué ángel dijo:

"Yo seré un padre para él

y él será para mí un hijo"?

 

Y al introducir a su Primogénito en el mundo, Dios dice:

"Que todos los ángeles de Dios lo adoren".

 

Palabra de Dios.



El autor escribe a comunidades judeo-cristianas no liberadas aún de la añoranza del A. T. —explicable, ya que han nacido y se han educado en esa mentalidad— para persuadirles de que aquello fue sólo un «pasado», preparación, esbozo, sombra, algo transitorio y perecedero, y que lo único que queda y vale es la economía cristiana, la obra de Dios en Cristo: esto es, el «presente», tiempo último, plan definitivo, realidad eterna e indestructible. La introducción de hoy resume muy densamente todo el plan de la economía salvífica. Empieza a exponer la absoluta superioridad de Cristo y su obra. Hay que «cambiar de mente» y creer con plenitud en la palabra final: el Evangelio.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                               96, 1. 2b. 6. 7c. 9

 

R.    ¡Adoren al Señor todos sus ángeles!

 

¡El Señor reina! Alégrese la tierra,

regocíjense las islas incontables.

La Justicia y el Derecho son la base de su trono. R.

 

Los cielos proclaman su justicia

y todos los pueblos contemplan su gloria.

Todos los dioses se postran ante Él. R.

 

Porque Tú, Señor, eres el Altísimo:

estás por encima de toda la tierra,

mucho más alto que todos los dioses. R.

 

 

 


 

   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Marcos

1, 14-20

 

Después que Juan Bautista fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia».

Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo: «Síganme, y Yo los haré pescadores de hombres». Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.

Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.

 

Palabra del Señor.



Conviértanse y crean en la Buena Noticia

Estamos en los comienzos de la predicación de Jesús, de la predicación del “evangelio de Dios”, es decir, de las buenas noticas que nos quiere ofrecer para iluminar nuestra vida y llenarla de sentido. Sabemos que todas sus buenas noticias se resumen en una, de la cual se derivan todas las demás: el anuncio del Reino de Dios.

Jesús nos comunica que Dios no se conforma con ser nuestro creador, quiere  ser nuestro Rey y Señor, porque sabe que es algo muy bueno, lo mejor para todos nosotros. Se ofrece a ser nuestro Rey y Señor, quiere que le dejemos reinar en nuestro corazón para que él guíe nuestros pasos y encontrar así la felicidad deseada. Sabiendo que este Rey y Señor quiere ejercer su reinado no como un tirano sino como un buen Padre que nos ama entrañablemente. Rey y Padre se unen en él. Bien sabe Jesús que a las puertas de todo corazón humano hay otras realidades que llaman y quieren reinar en él: el dinero, el poder, el egoísmo… Pero son dioses y reyes falsos porque nunca proporcionan la felicidad que ofrecen.

Vemos que Jesús, ya desde el principio, quiere rodearse de colaboradores que prediquen y extiendan su buena noticia del Reino. Se hizo el encontradizo con Simón, Andrés, Santiago y Juan. Les invitó a seguirle y a anunciar como él la llegada del Reino de Dios. Y los cuatro “inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”.

Hoy Jesús nos invita a preguntarnos quién es el Rey y Señor de nuestro corazón, quién manda y dirige nuestra vida. Conocemos la respuesta que le gustaría oír.

ManuelFray Manuel Santos Sánchez O.P.Convento de Santo Domingo (Oviedo)

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