Lecturas de hoy / Semana primera durante el año




 Lectura de la carta a los Hebreos

4, 1-5. 11

 

Hermanos:

Temamos, mientras permanece en vigor la promesa de entrar en el Reposo de Dios, no sea que alguno de ustedes se vea excluido. Porque también nosotros, como los que salieron de Egipto con Moisés, hemos recibido una buena noticia; pero la Palabra que ellos oyeron no les sirvió de nada, porque no se unieron por la fe a aquellos que la aceptaron. Nosotros, en cambio, los que hemos creído, vamos hacia aquel Reposo del cual se dijo:

"Entonces juré en mi indignación:

Jamás entrarán en mi Reposo".

En realidad, las obras de Dios estaban concluidas desde la creación del mundo, ya que en cierto pasaje se dice acerca del séptimo día de la creación: "Y Dios descansó de todas sus obras en el séptimo día"; y en éste, a su vez, se dice: "Jamás entrarán en mi Reposo".

Esforcémonos, entonces, por entrar en ese Reposo, a fin de que nadie caiga imitando aquel ejemplo de desobediencia.

 

Palabra de Dios.



Se nos exhorta a vivir con santo temor el tiempo presente, tendidos hacia el futuro que Dios nos ofrece: la comunión con él, su «descanso». Esta promesa hecha a Israel es, válida para los creyentes en Cristo, pero la «Buena Nueva» debe ser acogida con fe. El antiguo pueblo de la alianza se cerró el descanso del Señor precisamente por la incredulidad. Este riesgo amenaza también al nuevo pueblo de Dios: adherirse a Cristo no significa, asumir un conjunto de nociones teóricas... Es, una opción dinámica que requiere un compromiso perseverante, tanto en el ámbito personal, dado que la fe en la Palabra ha de ser constantemente llevada a la vida, como en el ámbito eclesial, es en la comunidad de los creyentes donde ha de ser transmitida la Palabra.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                77, 3. 4bc. 6c-8

 

R.    ¡No olvidemos las proezas del Señor!

 

Lo que hemos oído y aprendido,

lo que nos contaron nuestros padres,

lo narraremos a la próxima generación:

son las glorias del Señor y su poder. R.

 

Así podrán contarlas a sus propios hijos,

para que pongan su confianza en Dios,

para que no se olviden de sus proezas

y observen sus mandamientos. R.

 

Así no serán como sus padres,

una raza obstinada y rebelde,

una raza de corazón inconstante

y de espíritu infiel a Dios. R.

 

 

 


 


 

Evangelio según san Marcos

2, 1-12

 

Jesús volvió a Cafarnaúm y se difundió la noticia de que estaba en la casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y Él les anunciaba la Palabra.

Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a Él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados».

Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: «¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?»

Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: «¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados", o "Levántate, toma tu camilla y camina"? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados, dijo al paralítico: Yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa».

Él se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto nada igual».

 

Palabra del Señor.



«Hijo, tus pecados te son perdonados»


El evangelio de Marcos nos invita a entrar en la casa de Jesús en Cafarnaúm. Nadie quiere quedarse fuera y se agolpa el gentío en la puerta. Cuando una puerta se bloquea, se abre una ventana. En este caso, la ventana se abrió por el tejado y la abrieron quienes creían que Jesús podía curar a un amigo. Admiramos la fortaleza del amor y su determinación en la búsqueda del bien que nos orienta más allá de la razón, transformándonos en seres hábiles y creativos. La audacia del amor es esa energía de alta frecuencia que traspasa muros y techumbres.

Jesús admira el esfuerzo, conoce a los que irrumpen de esta manera y ofrece al enfermo el perdón, volviendo a desconcertar a los presentes. Solo puede perdonar el que ama y es el poder del amor el que se materializa en la curación del paralítico, el milagro que todos presencian quedando nuevamente confundidos.

Me pregunto si el perdón está a nuestro alcance, si podemos realmente perdonar o solo acoger el perdón. Acoger el perdón es vivir la propia fragilidad con esperanza. El amor es paciente, no vengativo, es audaz y fue la audacia del amor la que permitió que el paralítico recobrara la salud. También permitió que recuperaran el sentido, momentáneamente al menos, todos los descreídos que presenciaban el acontecimiento. Se trata de recuperar esa capacidad de asombro y la lucidez que nos hacen estar activamente presentes ante el milagro cotidiano que nos ofrece la Vida.

A todos nosotros, como a los escribas, nos da Jesús la oportunidad, no solo de contemplar, sino de dejarnos arrastrar por la extraordinaria experiencia del amor que perdona.

MicaelaDña. Micaela Bunes Portillo OPFraternidad Laical de Santo Domingo de Murcia

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