Lecturas de hoy

 



Lectura de la carta del Apóstol san Pablo

a Timoteo

1, 15-17

 

Querido hijo:

Es doctrina cierta y digna de fe que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el peor de ellos. Si encontré misericordia, fue para que Jesucristo demostrara en mí toda su paciencia, poniéndome como ejemplo de los que va a creer en Él para alcanzar la Vida eterna.

¡Al Rey eterno y universal, al dios incorruptible, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos! Amén.

 

Palabra de Dios.



 Cristo Jesús vino a este mundo para salvar a los pecadores. Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo; sino para que el mundo se salve por Él.

El Señor ha venido al encuentro de los pecadores, ha buscado a quien ha fallado, como el pastor busca la oveja descarriada hasta encontrarla; Él ha venido a buscar todo lo que se había perdido para reunir en un solo pueblo a los hijos que había dispersado el pecado. Así, Dios quiere manifestarle su misericordia a todas las gentes.

Cada uno de nosotros ha de abrir su corazón a esa oferta de perdón y misericordia que Dios nos hace por medio de Jesús, su Hijo. Siendo los primeros en experimentar ese amor misericordioso, podremos, con nuestro testimonio personal, servir de ejemplo para que otros alcancen también la salvación, pues los impulsaremos a un encuentro con el Dios de amor y de misericordia, no sólo con nuestras palabras, sino con nuestra vida misma.

Por eso, con un corazón agradecido, elevemos nuestro cántico al Señor, que siendo eterno, inmortal, invisible y único Dios, ha puesto su mirada en nosotros y nos ha amado con la cercanía con la que como Padre Bueno, nos acepta y tiene como a hijos suyos; a Él sea dado todo honor y toda gloria ahora y para siempre.

 


 

SALMO RESPONSORIAL                            112, 1-5a. 6.7

 

R.    ¡Bendito sea el Nombre del Señor!

 

Alaben, servidores al Señor,

alaben el Nombre del Señor.

Bendito sea el Nombre del Señor,

desde ahora y para siempre. R.

 

Desde la salida del sol hasta su ocaso,

sea alabado el Nombre del Señor.

El Señor está sobre todas las naciones,

su gloria se eleva sobre el cielo. R.

 

¿Quién es como el Señor, nuestro Dios,

que se inclina para contemplar el cielo y la tierra?

El levanta del polvo al desvalido,

alza al pobre de su miseria. R.

 

 

 


   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

6, 43-49

 

Jesús decía a sus discípulos:

No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.

 

El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla su boca.

 

¿Por qué ustedes me llaman: "Señor, Señor", y no hacen lo que les digo? Yo les diré a quién se parece todo aquél que viene a mí, escucha mis palabras y las practica. Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la inundación, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida.

 

En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande.

 

Palabra del Señor.



"No hay árbol bueno que dé fruto malo"

Sorprende la claridad de un Evangelio donde se hace comprensible a todos la importancia de los frutos. El fruto es el resultado de una planta saludable que produce lo que fue diseñada para producir. En la Biblia, la palabra fruto normalmente se usa para describir las acciones externas de una persona que son el resultado de la condición del corazón.

Todos sabemos que hay que hacer para dar buen fruto. Cuando evitamos que nuestras vidas sean examinadas por el Espíritu, nuestras raíces se aferran a un mundo cada vez más alejado de Dios. Bosques de árboles vacíos, con belleza fugaz, sin miras de infinito, así es la masa forestal de una sociedad ensimismada en sus ramas con frutos que indigestan.

Nuestras obras nos delatan. Una de las falsificaciones para dar buenos frutos es la simulación. Podemos convertirnos en expertos en las rutinas, las palabras y en "actuar como cristianos", pero sin experimentar ningún poder real y sin dar fruto eterno. Podemos caer fácilmente en el pecado de los fariseos de la época de Jesús, al juzgarnos a nosotros mismos por la forma en que pensamos que aparecemos ante los demás y al descuidar ese lugar secreto del corazón donde germina todo buen fruto.

Cuando amamos, deseamos, buscamos y tememos las mismas cosas que el resto del mundo, no estamos permaneciendo en Cristo, aunque nuestras vidas estén llenas de actividades relacionadas con la iglesia. Y, a menudo, no nos damos cuenta de que estamos viviendo vidas sin fruto.

Sería fácil ahorrarnos tanto sinsabor, tanta amargura, tanto desengaño y frustración. Sólo levantarse cada mañana con esa actitud valiente del apóstol de construir sobre roca. Todos creo que estamos extenuados por la testarudez de construir sobre tierra. Un cansancio innecesario para quién conoce lo que hay que hacer para evitarlo. Hacer lo que El nos diga.

Fr. Martín Alexis González Gaspar O.P.

Fr. Martín Alexis González Gaspar O.P.
Convento de Ntro. Padre Sto. Domingo (Torrent)

 

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