Lecturas de hoy




 Lectura de la profecía de Joel

1, 13-15; 2, 1-2

 

¡Vístanse de duelo y laméntense, sacerdotes!

¡Giman, servidores del altar!

¡Vengan, pasen la noche vestidos de penitencia,

ministros de mi Dios!

Porque se ha privado a la Casa de su Dios

de ofrenda y libación.

Ordenen un ayuno,

convoquen a una reunión solemne,

congreguen a los ancianos

y a todos los habitantes del país,

en la Casa del Señor, su Dios,

y clamen al Señor.

¡Ah, que Día!

Porque está cerca el Día del Señor,

y viene del Todopoderoso como una devastación.

 

¡Toquen la trompeta en Sión,

hagan sonar la alarma en mi Montaña santa!

¡Tiemblen todos los habitantes del país,

porque llega el Día del Señor,

porque está cerca!

¡Día de tinieblas y oscuridad,

día nublado y de sombríos nubarrones!

Como la aurora que se extiende sobre las montañas,

avanza un pueblo numeroso y fuerte

como no lo hubo jamás,

ni lo habrá después de él,

hasta en las generaciones más lejanas.

 

Palabra de Dios.



Este texto del Profeta Joel nos puede parecer terrible, muy duro. Vemos a un Dios implacable, desatando toda su ira ¿Por qué? Porque en el Templo faltan ofrendas y libaciones, es decir: se han descuidado sus cosas, su adoración.

Tenemos que tener en cuenta la época en la que escribe el profeta y el lenguaje directo y amenazante era moneda corriente. Joel advierte al pueblo de que no se puede relajar en lo que atañe al Señor, no se puede dar la espalda a Dios.

En el Antiguo Testamento la forma principal del culto divino se realizaba en el Templo de Jerusalén por parte de los sacerdotes en nombre del pueblo, por eso era tan importante que cumpliesen con su deber. El profeta advierte que la relajación en este tema atrae la ira de Dios.

Con frecuencia hoy nos olvidamos de “las ofrendas y las libaciones”, flojeamos en la oración, descuidamos la caridad, no frecuentamos los Sacramentos todo lo que deberíamos, andamos demasiado entretenidos en otras cosas y nos olvidamos de Dios.



 

 

SALMO RESPONSORIAL                    9, 2-3. 6. 16.8-9

 

R.    El Señor gobierna al mundo con justicia.

 

Te doy gracias, Señor, de todo corazón

y proclamaré todas tus maravillas.

Quiero alegrarme y regocijarme en ti,

y cantar himnos a tu Nombre, Altísimo. R.

 

Escarmentaste a las naciones,

destruiste a los impíos

y borraste sus nombres para siempre.

Los pueblos se han hundido en la fosa que abrieron,

su pie quedó atrapado en la red que ocultaron. R.

 

Pero el Señor reina eternamente

y establece su trono para el juicio:

Él gobierna al mundo con justicia

y juzga con rectitud a las naciones. R.

 

 

 


   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

11, 15-26

 

Habiendo Jesús expulsado un demonio, algunos de entre la muchedumbre decían: «Éste expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios». Otros, para ponerlo a prueba, exigían de Él un signo que viniera del cielo.

Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: «Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- Yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si Yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si Yo expulso a los demonios con la fuerza de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.

Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita las armas en las que confiaba y reparte sus bienes.

El que no está conmigo está contra mí; y el que no recoge conmigo desparrama.

Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa: "Volveré a mi casa, de donde salí". Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada. Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí. y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio».

 

Palabra del Señor.




“Con la fuerza de Dios”


... Nuestra fuerza, nuestras armas contra los enemigos del alma, es el mismo Cristo Resucitado. Si estamos de su lado, junto a Él, nada debemos temer. A través del Espíritu Santo recibimos la Gracia que cuida y protege.

Con Jesús estamos a salvo del mal que acecha, porque no debemos olvidar que el maligno no descansa y nosotros debemos estar alerta. Lo he dicho muchas veces: oración, lectura de las Escrituras, práctica de la piedad y Eucaristía son las claves de nuestra vida, los pilares de nuestra casa, el sustento del alma del cristiano. Y estar con Jesús y no contra Él nos lleva por la senda de la Salvación.

La elección es muy sencilla: o recoger con Cristo o desparramar sin Él. No valen las medias tintas, en esto debemos ser radicales, como Cristo lo fue con nosotros hasta la muerte, hasta el supremo sacrificio por amor al mundo en el madero de la Cruz.

D. Luis Maldonado Fernández de Tejada, OP

D. Luis Maldonado Fernández de Tejada, OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo, de Almagro


 

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