Lecturas de hoy





 Lectura de la profecía de Jonás

3, 10; 4, 1-11

 

Cuando Dios vio todo lo que los ninivitas hacían para convertirse de su mala conducta, se arrepintió de las amenazas que les había hecho y no las cumplió.

Jonás se disgustó mucho y quedó muy enojado. Entonces oró al Señor, diciendo: «¡Ah, Señor! ¿No ocurrió acaso lo que yo decía cuando aún estaba en mi país? Por eso traté de huir a Tarsis lo antes posible. Yo sabía que Tú eres un Dios bondadoso y compasivo, lento para enojarte y de gran misericordia, y que te arrepientes del mal con que amenazas. Ahora, Señor, quítame la vida, porque prefiero morir antes que seguir viviendo».

El Señor le respondió: «¿Te parece que tienes razón para enojarte?»

Jonás salió de Nínive y se sentó al este de la ciudad: allí levantó una choza y se sentó a la sombra de ella, para ver qué iba a suceder en la ciudad. Entonces el Señor hizo crecer allí una planta de ricino, que se levantó por encima de Jonás para darle sombra y librarlo de su disgusto. Jonás se puso muy contento al ver esa planta. Pero al amanecer del día siguiente, Dios hizo que un gusano picara el ricino y éste se secó. Cuando salió el sol, Dios hizo soplar un sofocante viento del este. El sol golpeó la cabeza de Jonás, y éste se sintió desvanecer. Entonces se deseó la muerte, diciendo: «Prefiero morir antes que seguir viviendo».

Dios le dijo a Jonás: «¿Te parece que tienes razón de enojarte por ese ricino?» y él respondió: «Sí, tengo razón para estar enojado hasta la muerte».

El Señor le replicó: «Tú te conmueves por ese ricino que no te ha costado ningún trabajo y que tú no has hecho crecer, que ha brotado en una noche y en una noche se secó, y Yo, ¿no me voy a conmover por Nínive, la gran ciudad, donde habitan más de ciento veinte mil seres humanos que no saben distinguir el bien del mal, y donde hay además una gran cantidad de animales?»

 

Palabra de Dios.



Analizando la conducta de Jonás ý siguiendo cada uno nuestra propia historia, es muy posible que no nos cueste mucho descubrir momentos en los que nos sentimos identificados con alguna actitud del profeta.  Momentos en los que hemos intentado cambiar la dirección en nuestra respuesta de creyentes, desobedeciendo lo que Dios y nuestra conciencia nos indicaba.

También posible que, hayamos sentido alguna vez, más enfado que alegría, por entender que la Iglesia se muestra acogedora con los “otros”, capaz de ofrecer su perdón.

Una bella lección de Dios a través del libro de Jonás, una más. Ese Dios percibido como lleno de Amor, compasión y misericordia hacia la humanidad, que ofrece su perdón a todos los hombres, y apunta hacia  la  universalidad de la Iglesia.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                   85, 3-6. 9-10

 

R.    ¡Tú eres rico en misericordia, Señor!

 

Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor,

porque te invoco todo el día;

reconforta el ánimo de tu servidor,

porque a ti, Señor, elevo mi alma. R.

 

Tú, Señor, eres bueno e indulgente,

rico en misericordia con aquellos que te invocan:

¡atiende, Señor, a mi plegaria,

escucha la voz de mi súplica! R.

 

Todas las naciones que has creado

vendrán a postrarse delante de ti,

y glorificarán tu Nombre, Señor,

porque Tú eres grande, Dios mío,

y eres el único que hace maravillas. R.

 

 

 


 

   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

11, 1-4

 

Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos».

Él les dijo entonces: «Cuando oren, digan:

Padre, santificado sea tu Nombre,

que venga tu Reino,

danos cada día nuestro pan cotidiano;

perdona nuestros pecados,

porque también nosotros perdonamos

a aquéllos que nos ofenden;

y no nos dejes caer en la tentación».

 

Palabra del Señor.

 




Padre nuestro


El comienzo de la oración es tan fuerte, diríamos hoy, que Santa Teresa decía que, con frecuencia, quedaba extasiada ante la inmensidad y el amor que encerraba su comienzo ¡Padre! Si continuamos, sin rutina, con la palabra siguiente, Nuestro, sentiremos una llamada, cada vez que lo rezamos, a revisar nuestro compromiso de crear fraternidad y sentirnos de verdad hermanos. Una llamada a revisar nuestras pequeñas fragilidades en orden a construir fraternidad para hacer posible su Reino, la Buena Noticia del Evangelio.

Y como nos sentimos frágiles pedimos su Pan, su Gracia, las cosas necesarias para nosotros y la humanidad. Nuestra petición a Dios se hace compromiso para nosotros. Compromiso para vivir aquello que expresamos como petición.

Somos frágiles, necesitados de su fuerza, de su luz, para no caer en las tentaciones que la vida nos presenta. Y necesitados también de su misericordia y perdón.

Señor, enséñanos a orar y danos tu Gracia para vivir el Padre nuestro.

Hna. Mariví Sánchez Urrutia

Hna. Mariví Sánchez Urrutia
Congregación de Dominicas 

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