Lecturas cotidianas / 4º Semana del tiempo ordinario




 PRIMERA LECTURA

Del Segundo libro de Samuel 18, 9-10.14b.24-25a.31−19, 3

En aquellos días, Absalón se encontró frente a los hombres de David. Montaba un mulo y, al pasar el mulo bajo el ramaje de una gran encina, la cabeza se enganchó en la encina y quedó colgado entre el cielo y la tierra, mientras el mulo que montaba siguió adelante. Alguien lo vio y aviso a Joab: “He visto a Absalón colgado de una encina”. tomando Joab tres venablos en la mano, los clavó en el corazón de Absalón. David estaba sentado entre las dos puertas. El vigía subió a la terraza del portón, sobre la muralla. Alzó los ojos y vio que un hombre venía corriendo en solitario.

El vigía gritó para anunciárselo al rey. El rey dijo: “Si es uno solo, trae buenas noticias en su boca”. Cuando llegó el cusita, dijo: “Reciba una buena noticia el rey, mi señor: el Señor te ha hecho justicia hoy, librándote de la mano de todos los que se levantaron contra ti”. El rey preguntó: “¿Se encuentra bien el muchacho Absalón?”. El cusita respondió: “Que, a los enemigos de mi señor, el rey, y a todos los que se han levantado contra ti para hacerte mal les ocurra como al muchacho”. 

Entonces el rey se estremeció. Subió a la habitación superior del portón y se puso a llorar. Decía al subir: “¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón! ¡Quién me diera haber muerto en tu lugar! ¡Absalón, hijo mío, hijo mío!”. Avisaron a Joab: “El rey llora y hace duelo por Absalón”. Así, la victoria de aquel día se convirtió en duelo para todo el pueblo, al oír decir que el rey estaba apenado por su hijo.

Palabra de Dios.


El reinado de David se vio afligido en su ocaso por la rebelión de su hijo Absalón, en la que tuvo que intervenir el ejército. El rey ha ordenado respetar la vida de su hijo; sin embargo, el joven, en su huida, queda colgado entre las ramas de un árbol y lo mata Joab. El rey espera con ansias las noticias de la batalla, dividido entre el deseo de la victoria y la angustia por la suerte de su hijo; los criados le comunican primero las buenas noticias, fingiendo ignorar el fin de Absalón. El drama estalla cuando, ante la pregunta explícita de David, no queda escapatoria y es preciso revelarle que su hijo ha muerto. Estalla entonces el dolor del rey: el hijo muerto ya no es un enemigo y un rival, sino sólo un muchacho; la victoria se transforma en luto, el pueblo siente vergüenza como por una derrota.


SALMO RESPONSORIAL
Salmo 85
R. Inclina tu oído, Señor, escúchame.

• Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva, Dios mío, a tu siervo, que confía en ti. R/.


• Piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor. R/.

• Porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.  R/.

 

EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Marcos 5, 21-43

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: “Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva”. Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor.

Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando: “Con solo tocarle el manto curaré”. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba: “¿Quién me ha tocado el manto?”. Los discípulos le contestaban: “Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’”. Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad.

Él le dice: “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad”. Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decide: “Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?”. Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: “No temas; basta que tengas fe”. No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo: “¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida”. Se reían de Él. Pero Él los echó a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: “Talitha qumi” (que significa: “Contigo hablo, niña, levántate”). La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

 

Palabra del Señor.



Fe y confianza

San Marcos describe en el evangelio una bella página donde nos muestra la ternura y ejemplaridad con que actúa Jesús. Primero, el poder sanador de Jesús, esta vez en beneficio de aquella mujer afligida y avergonzada por una enfermedad que la convertía en impura; por eso sólo se atreve a acercarse a Jesús por detrás y a tocarlo a hurtadillas.

Los evangelios han destacado mucho el poder sanador de Jesús. Hemos de tenerlo en cuenta cuando nos acercamos a Él, especialmente en los sacramentos del Perdón y de la Eucaristía. En ambos, el Señor se pone a nuestra disposición como médico dispuesto a curar todos nuestros males.

Segundo momento. La mejor disposición para acercarse a esos sacramentos es la de aquella mujer: fe en Jesús y deseo de curación. Tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud. El Señor quiere la salud para nosotros, en el alma y también en el cuerpo.

En tercer lugar, es importante observar Que Jesús no sólo quería curarla, sino también tener un verdadero encuentro personal con ella. ¿”Quién me ha tocado”? Quiere conocerla y entablar conversación. Que así sean nuestros encuentros con el Señor en los Sacramentos.

Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P.

Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P.
Convento de la Virgen del Camino (León)

 

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