Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María y padre adoptivo de Cristo

 



PRIMERA LECTURA

Del Segundo libro de Samuel 7, 4-5a.12-14a.16

En aquellos días, vino esta palabra del Señor a Natán: “Ve y habla a mi siervo David: ‘Así dice el Señor: Cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo suscitaré descendencia tuya después de ti. Al que salga de tus entrañas le afirmaré su reino. Será él quien construya una casa a mi nombre y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino se mantendrán siempre firmes ante mí, tu trono durará para siempre’”. 

Palabra de Dios.


Se nos habla, de la descendencia de David, que reinará para siempre. Seguramente, la profecía alude a Salomón, hijo de David. Sin embargo, las palabras «afianzare su realeza» indican una larga descendencia sobre el trono de Judá. Esta descendencia tuvo un final histórico, y entonces el oráculo recibió fuerza profética con una velada alusión referente al Mesías, descendiente de David. Él reinará para siempre en su reino, un reino que no será de este mundo, sino espiritual, según el designio de Dios para la salvación de la humanidad. La tradición cristiana lo ha releído siempre como profético y mesiánico, aplicándolo a Jesús, Mesías descendiente de David, y, de modo indirecto, también a José, último eslabón de la genealogía davídica y transmisor de la herencia histórica de la promesa divina hecha a Israel.


SALMO RESPONSORIAL
Salmo 88
R. Su linaje será perpetuo.

• Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dijiste: “La misericordia es un edificio eterno”, más que el cielo has afianzado tu fidelidad. R/.


• “Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades”. R/.

• Él me invocará: “Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora”. Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable. R/.

 


SEGUNDA LECTURA

De la Carta del apóstol san Pablo a los Romanos 4, 13.16-18.22

Hermanos: No por la ley sino por la justicia de la fe recibieron Abrahán y su descendencia la promesa de que iba a ser heredero del mundo. Por eso depende de la fe, para que sea según gracia; de este modo, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la que procede de la ley, sino también para la que procede de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros.

Según está escrito: “Te he constituido padre de muchos pueblos”; la promesa está asegurada ante aquel en quien creyó, el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe. Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza que llegaría a ser padre de muchos pueblos, de acuerdo con lo que se le había dicho: “Así será tu descendencia”. Por lo cual le fue contado como justicia. 

Palabra de Dios.

 

EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Mateo 1, 16.18-21.24a

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: “José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados”. Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

Palabra del Señor.


Hombre sorprendido, cabal, sabio, justo y piadoso

“María, su madre, estaba comprometida con José”: En el Evangelio de Mateo, la infancia de Jesús está centrada alrededor de la persona de José, el prometido esposo de María. José era de la descendencia de David. A través de él Jesús pertenece a la raza de David. Así, en Jerusalén, se realizan las promesas hechas por Dios a David y a su descendencia. Valoro también mis orígenes, con sus cosas buenas y con aquellas que no hubiese querido que sucedieran. Trato de descubrir en ellas el paso de Dios por mi historia.

“José, su esposo, que era un hombre justo”: si José hubiese sido justo según la justicia de los escribas y de los fariseos, cuando María se presentó embarazada antes de convivir con él, y al no saber el origen de su embarazo, hubiera tenido que denunciar a María, y la pena para ella hubiera sido la muerte por apedreamiento. José era justo, ¡sí!, pero su justicia era diferente. Ya antes él practicaba aquello que Jesús enseñaría más tarde: “Si su justicia no supera la justicia de los escribas y de los fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Mt 5,20). ¿Cómo es mi justicia?  ¿Sólo argumenta la aplicación de la reglamentación, o trata que, desde ella, se busque lo mejor para las personas, desde Dios?

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