NATIVIDAD DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

 



Evangelio según san Mateo 1, 18-23 [forma breve]

La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: “José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: “Miren: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa ‘Dios-con-nosotros’”.

Palabra del Señor.



"Dios con Nosotros"

Hoy celebramos el cumpleaños de la Santísima Virgen. Nos podríamos preguntar ¿Por qué un día dedicado a celebrar el nacimiento de María? ¡Es válido hacerlo! Y es que, con el nacimiento de María, nace una esperanza, ella es quien nos "trae la salvación". Podríamos decir que María, desde su nacimiento, fue predestinada a una misión. María fue llamada, santificada, enviada.

 
Ella se sabía amada con un amor de predilección de Dios. Nos los dice en su cántico años más tarde: "Mi alma glorifica a Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva". Ella se sabía portadora del Amor.  
 
 
Volvamos nuestro corazón a nuestra Madre del Cielo y pidámosle con mucho fervor: “Oh Virgen naciente, esperanza de salvación para todo el mundo, vuelve tu mirada materna hacia mí y llena mi corazón de esa esperanza. Oh Virgen fiel, que siempre estuviste dispuesta y fuiste solícita para acoger, conservar y poner en práctica la Palabra de Dios, haz también que yo, sepa abrir mi corazón para escuchar, para acoger lo que Dios me dice y así mantener intacta mi fe.
 
 
Oh Virgen poderosa, que con tu pie aplastaste la cabeza de la serpiente tentadora, haz que cumpla, día tras día, con mis promesas bautismales, con las cuales he renunciado a Satanás, a sus obras y a sus seducciones, y que sepa dar en el mundo un testimonio alegre de la esperanza cristiana.  
 
 
Oh Virgen clemente, que abriste siempre tu corazón materno a las invocaciones de la humanidad, a veces tan dividida por el desamor y también, desgraciadamente, por el odio y por la guerra, haz que sepa crecer, según la enseñanza de tu Hijo, y que sepa creer también en la unidad y en la paz, para ser hijos dignos del único Padre celestial.
 
 
Hoy te invito a decir ¡sí!, como María. María, Madre mía, ayúdame a decir sí.


Esta reflexión del Evangelio fue escrita por:
Paola Treviño, consagrada del Regnum Christi.
En colaboración con Evangelización Activa.

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