Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 16, 25-27



Hermanos:
¡Gloria a Dios,
que tiene el poder de afianzarlos,
según la Buena Noticia que yo anuncio,
proclamando a Jesucristo,
y revelando un misterio
que fue guardado en secreto desde la eternidad
y que ahora se ha manifestado!
Éste es el misterio
que, por medio de los escritos proféticos
y según el designio del Dios eterno,
fue dado a conocer a todas las naciones
para llevarlas a la obediencia de la fe.
¡A Dios, el único sabio,
por Jesucristo,
sea la gloria eternamente! Amén.

Palabra de Dios.



La fe, respuesta al Evangelio, compromete al hombre entero. Por eso la fe en la Carta a los Romanos es concebida como obediencia. Ella implica, efectivamente, que el hombre acepte libremente comprometer su vida y su persona al Dios que se revela a él como fiel y veraz y que, renovando al hombre, le permite y posibilita obedecer a su voluntad. Si la contemplación del misterio revelado ahora en Jesús no nos lleva a una acción solidaria en favor de los más desprovistos del pueblo, tal vez estemos vaciando de contenido lo más específico de nuestra fe. Esta es la verdadera obediencia: amar al hombre entero. Tal vez ésta sea la mejor manera de poder acercarse al misterio de Jesús entre nosotros.

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