Lectura de la profecía de Malaquías 3, 1-4


Así habla el Señor Dios:
Yo envío a mi mensajero,
para que prepare el camino delante de mí.
Y en seguida entrará en su Templo
el Señor que ustedes buscan;
y el Ángel de la alianza que ustedes desean
ya viene, dice el Señor de los ejércitos.
¿Quién podrá soportar el Día de su venida?
¿Quién permanecerá de pie cuando aparezca?
Porque Él es como el fuego del fundidor
y como la lejía de los lavanderos.
Él se sentará para fundir y purificar:
purificará a los hijos de Leví
y los depurará como al oro y la plata;
y ellos serán para el Señor
los que presentan la ofrenda conforme a la justicia.
La ofrenda de Judá y de Jerusalén será agradable al Señor,
como en los tiempos pasados, como en los primeros años.

Palabra de Dios.


Malaquías nos hace la presentación de alguien que entra en el santuario del Señor: el mensajero de la alianza. Éste es el buscado y el esperado y, ahora, sólo tenemos que mirarlo. Sin embargo, Malaquías nos lanza dos preguntas que nos frenan en seco, rompen nuestra inercia, y nos hacen meditar nuestra actitud y aptitud: ¿Quién podrá resistir el día de su venida? ¿Quién quedará de pie cuando aparezca? El mensajero será como fuego de fundidor y lejía de lavandero que nos purificará para poder ser ofrenda viva ante el Señor. La nobleza de los metales -oro y plata- es la primera condición para la transformación y reconocer, así, el señorío del que se acerca.


P. Juan R. Celeiro

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