Lectura de la primera carta de san Juan 3, 1-2



Queridos hermanos:
¡Miren cómo nos amó el Padre!
Quiso que nos llamáramos hijos de Dios,
y nosotros lo somos realmente.
Si el mundo no nos reconoce,
es porque no lo ha reconocido a él.
Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios,
y lo que seremos no se ha manifestado todavía.
Sabemos que cuando se manifieste,
seremos semejantes a El,
porque lo veremos tal cual es.

Palabra de Dios.


Seremos semejantes a Jesús, nuestra piedra angular, y seremos semejantes a Dios, nuestro Padre. Dios nos ha hecho a su imagen y semejanza por amor; por tanto, nosotros sólo por amor y en el amor, podremos llegar a ver algún día a Dios tal cual es. Esta es nuestra gran esperanza, nuestra esperanza teologal, una esperanza que es la que debe sostenernos en todos los momentos de nuestra vida. La vida humana muchas veces es frágil, dolorosa e ingrata, y es precisamente en estos momentos cuando más fuerte debe mostrarse y actuar nuestra esperanza cristiana. Sin esperanza cristiana no puede haber vida cristiana, una esperanza cuya alma viva debe ser el amor. El amor no puede pasar nunca, porque si falta el amor cristiano no puede haber esperanza cristiana, ni vida cristiana. Sólo en el amor y por el amor podemos ser ahora transitoriamente hijos de Dios, y sólo en el amor y por el amor llegaremos a ver un día a Dios tal cual es. Esta es nuestra esperanza cristiana.

Gabriel González del Estal

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