Lectura del libro del Génesis 3, 9-15



Después que el hombre y la mujer comieron del árbol que Dios les había prohibido, el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?»
«Oí tus pasos por el jardín, respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí».
Él replicó: «Y quién te dijo que estabas desnudo?» ¿Acaso has comido del árbol que Yo te prohibí?»
El hombre respondió: «La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él».
El Señor Dios dijo a la mujer: «¿Cómo hiciste semejante cosa?»
La mujer respondió: «La serpiente me sedujo y comí».
Y el Señor Dios dijo a la serpiente:

«Por haber hecho esto,
maldita seas entre todos los animales domésticos
y entre todos los animales del campo.
Te arrastrarás sobre tu vientre,
y comerás polvo
todos los días de tu vida.
Pondré enemistad entre ti y la mujer,
entre tu descendencia y la suya.
Ella te aplastará la cabeza
y tú le acecharás el talón».

Palabra de Dios.


El Génesis tiene un estilo propio de contamos, en clave religiosa y no científica, el origen del mundo y de la humanidad, y también -como vemos hoy- de la existencia del mal y del pecado. La escena de hoy que también leemos en la fiesta de la Inmaculada- está descrita con gran viveza. Cada uno echa la culpa al otro, y el pasaje se detiene en la culpa de la serpiente, a la que se la "castiga" -siempre el mal se considera consecuencia del pecado- a "arrastrarse sobre el vientre y comer polvo".
Pero lo principal que se nos dice es que Dios anuncia "enemistades entre la descendencia de la mujer y la de la serpiente", lenguaje misterioso que nosotros ahora interpretamos como cumplido plenamente en Cristo Jesús. Tendemos a echar la culpa de nuestra conducta a otros: al ambiente, a las instituciones, al mundo de hoy, a los medios de comunicación, al influjo de la mayoría social... Nos cuesta entonar el "mea culpa"


P. Juan R. Celeiro

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