Conmemoración de todos los fieles Difuntos
Ayer hemos celebrado a todos los santos (no sólo los del Cielo, sino también los del Purgatorio y los de la Tierra (Iglesia triunfante, purgante y militante).
Hoy detenemos nuestra consideración y nuestra oración en nuestros hermanos, los fieles difuntos que están en el Purgatorio.
Con estos hermanos nuestros, que "también ha sido partícipes de la fragilidad propia de todos ser humano, sentimos el deber - y la necesidad - de ofrecerles la ayuda afectuosa de nuestra oración, a fin de que cualquier eventual residuo de debilidad humana, que todavía pudiera retrasar su encuentro feliz con Dios, sea definitivamente borrado" (Juan Pablo II).
En el Cielo no puede entrar nada manchado. Por eso el alma que está afeada por las faltas y pecados veniales no puede entrar a la presencia de Dios: para llegar a la felicidad eterna es preciso estar purificado de toda culpa.
El Cielo no tiene puertas, y cualquiera que desee entrar puede hacerlo, porque Dios es todo misericordia, y permanece con los brazos abiertos para admitirlos en su gloria. Pero tan puro es el ser de Dios que si un alma advierte en sí el menor rastro de imperfección, y al mismo tiempo ve que el Purgatorio ha sido puesto para borrar tales manchas, se introduce en él, y considera un gran regalo que se le permita purificarse de esta forma. El mayor sufrimiento de esas almas es el de haber pecado contra la bondad divina y el no haberse purificado en esta vida.
De modo que el purgatorio no es un “infierno menor", ni una especie de "campo de concentración" en el más allá, sino la antesala del Cielo, donde el alma se purifica y esclarece.
La Conmemoración de todos los fieles difuntos es una oportunidad grande para renovar nuestra fe en la resurrección de los muertos; en la eternidad dichosa que nos espera en el Cielo; en la comunión de los santos que debemos ejercitar cada día, pidiendo la intercesión de los santos del cielo (como le hacíamos ayer) e intercediendo ante Dios con nuestras oraciones, mortificaciones, limosnas y obras de caridad por los santos que aún están el Purgatorio. Porque (IIº Macabeos 12,34-43): "es muy Santo y saludable rogar por los difuntos, para que se vean libres de sus pecados".
Que el Señor reciba el humilde ruego que le presentamos por manos de María Santísima, hoy, con más fuerzas que nunca: "Concédeles, Señor, el descanso eterno, y brille para ellos la luz que no tiene fin. Descansen en paz”.
Amén
Hoy detenemos nuestra consideración y nuestra oración en nuestros hermanos, los fieles difuntos que están en el Purgatorio.
Con estos hermanos nuestros, que "también ha sido partícipes de la fragilidad propia de todos ser humano, sentimos el deber - y la necesidad - de ofrecerles la ayuda afectuosa de nuestra oración, a fin de que cualquier eventual residuo de debilidad humana, que todavía pudiera retrasar su encuentro feliz con Dios, sea definitivamente borrado" (Juan Pablo II).
En el Cielo no puede entrar nada manchado. Por eso el alma que está afeada por las faltas y pecados veniales no puede entrar a la presencia de Dios: para llegar a la felicidad eterna es preciso estar purificado de toda culpa.
El Cielo no tiene puertas, y cualquiera que desee entrar puede hacerlo, porque Dios es todo misericordia, y permanece con los brazos abiertos para admitirlos en su gloria. Pero tan puro es el ser de Dios que si un alma advierte en sí el menor rastro de imperfección, y al mismo tiempo ve que el Purgatorio ha sido puesto para borrar tales manchas, se introduce en él, y considera un gran regalo que se le permita purificarse de esta forma. El mayor sufrimiento de esas almas es el de haber pecado contra la bondad divina y el no haberse purificado en esta vida.
De modo que el purgatorio no es un “infierno menor", ni una especie de "campo de concentración" en el más allá, sino la antesala del Cielo, donde el alma se purifica y esclarece.
La Conmemoración de todos los fieles difuntos es una oportunidad grande para renovar nuestra fe en la resurrección de los muertos; en la eternidad dichosa que nos espera en el Cielo; en la comunión de los santos que debemos ejercitar cada día, pidiendo la intercesión de los santos del cielo (como le hacíamos ayer) e intercediendo ante Dios con nuestras oraciones, mortificaciones, limosnas y obras de caridad por los santos que aún están el Purgatorio. Porque (IIº Macabeos 12,34-43): "es muy Santo y saludable rogar por los difuntos, para que se vean libres de sus pecados".
Que el Señor reciba el humilde ruego que le presentamos por manos de María Santísima, hoy, con más fuerzas que nunca: "Concédeles, Señor, el descanso eterno, y brille para ellos la luz que no tiene fin. Descansen en paz”.
Amén
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