“Cura nuestras heridas”



¡Cuantas heridas llevamos dentro! Grandes o pequeñas, viejas o recientes, esas heridas están allí adentro, por los recuerdos dolorosos, por las experiencias traumáticas de nuestro pasado, por nuestros fracasos, por nuestros errores, por el amor que nos negaron, por lo que no pudo ser.
Quizás con nuestra mente le quitamos importancia a esas cosas, pero nuestra afectividad sigue sufriendo por esas heridas.
El Espíritu Santo puede entrar en nuestro interior y es capaz de sanar esas heridas. Mostrémosle lo que nos duele, digámosle lo que sentimos, e imaginemos que se derrama como bálsamo que cura y cicatriza, que pasa como caricia suave que cierra las heridas con cuidado y con ternura. Él te lo está diciendo: “Yo, yo soy el que te consuela” (Is 51, 12). “Las colinas se moverán, pero mi amor no se apartará de tu lado” (Is 54, 10). “Yo mismo apacentaré mis ovejas… Curaré a la herida y reconfortaré a la enferma” (Ez 34, 15.16).
Monseñor Víctor Manuel Fernández

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