DOMINGO 18° DURANTE EL AÑO

 



 

Lectura del libro del Eclesiastés

1, 2; 2, 21-23

 

¡Vanidad, pura vanidad!, dice el sabio Cohélet.

¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad!

 

Porque un hombre que ha trabajado

con sabiduría, con ciencia y eficacia,

tiene que dejar su parte

a otro que no hizo ningún esfuerzo.

También esto es vanidad y una grave desgracia.

 

¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo

y todo lo que busca afanosamente bajo el sol?

Porque todos sus días son penosos,

y su ocupación, un sufrimiento;

ni siquiera de noche descansa su corazón.

También esto es vanidad.

 

Palabra de Dios.



El sabio que escribe este libro, alrededor del 250 a C, se imagina en el lugar de un Salomón envejecido que hace el balance de su Vida. El estribillo del libro da el tono «Vanidad, pura vanidad», es decir, todo es «viento», inconsistente, desilusionante. El sabio se pregunta ¿qué queda de una vida gloriosa y cumplida?, ¿para qué penar tanto para amasar riquezas, ya que la muerte hace que dejemos todo? E incluso durante la vida, el éxito no recompensa forzosamente a los que trabajan duramente. El poner todo en el trabajo y el beneficio, como un fin en sí mismo, no puede hacer olvidar la fragilidad de la condición humana.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                        89, 3-6. 12-14. 17

 

R.    Señor, Tú has sido nuestro refugio.

 

Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,

con sólo decirles: «Vuelvan, seres humanos».

Porque mil años son ante tus ojos

      como el día de ayer, que ya pasó,

como una vigilia de la noche. R.

 

Tú los arrebatas, y son como un sueño,

como la hierba que brota de mañana:

por la mañana brota y florece,

y por la tarde se seca y se marchita. R.

 

Enséñanos a calcular nuestros años,

para que nuestro corazón alcance la sabiduría.

¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...?

Ten compasión de tus servidores. R.

 

Sácianos en seguida con tu amor,

y cantaremos felices toda nuestra vida.

Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor;

que el Señor, nuestro Dios,

      haga prosperar la obra de nuestras manos. R.

 

 


 

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Colosas

3, 1-5. 9-11

 

Hermanos:

Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es la esperanza de ustedes, entonces también aparecerán ustedes con Él, llenos de gloria.

Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría. Tampoco se engañen los unos a los otros.

Porque ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras y se revistieron del hombre nuevo, aquél que avanza hacia el conocimiento perfecto, renovándose constantemente según la imagen de su Creador. Por eso, ya no hay pagano ni judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero, esclavo ni hombre libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos.

 

Palabra de Dios.

 

 

 


 

   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

12, 13-21

 

Uno de la multitud dijo al Señor: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia».

Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?» Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas».

Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: "¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha". Después pensó: "Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida".

Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?"

Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios».

 

Palabra del Señor. 


Cuídense De Toda Avaricia



En el Evangelio de hoy, como en otros pasajes bíblicos, Jesús predica el desapego de los bienes materiales. Si bien la búsqueda de seguridad es inherente al ser humano, basar esa seguridad en el consumo desmedido, en el «tener», implica un desequilibrio, una pérdida de sentido y de propósito. El hombre rico de la parábola vivía este desequilibrio y se convirtió en un idólatra, pues la codicia hace perder la perspectiva del dinero como medio y, a pesar de lo que creemos, no nos hace libres. Para el hombre del relato, sus posesiones se volvieron la única razón de ser de su vida, y se encerró en eso. No habí­a lugar para Dios ni para los otros. Hoy se nos invita a recuperar la alegrí­a de vivir, agradecer, celebrar, sin guardarse para uno lo recibido sino empeñarse en compartirlo, para que otros también aprovechen esta bendición.

Nos podemos preguntar ¿me preocupo más de lo material que de lo espiritual?


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