Liturgia - Lecturas del día




 Lectura de la profecía de Nahúm

2, 1-3; 3, 1-3. 6-7 

Miren sobre las montañas

los pasos del que trae la buena noticia,

del que proclama la paz.

Celebra tus fiestas, Judá, cumple tus votos,

porque el hombre siniestro no pasará más por ti:

ha sido exterminado por completo.

 

Sí. el Señor ha restaurado la viña de Jacob

y la viña de Israel.

Los salteadores las habían saqueado

y habían destruido sus sarmientos.

¡Un destructor te ataca de frente!

¡Monta guardia en la fortaleza,

vigila los accesos, cíñete el cinturón,

concentra todas tus fuerzas!

 

¡Ay de la ciudad sanguinaria,

repleta de mentira, llena de rapiña,

que nunca suelta la presa!

¡Chasquido de látigos, estrépito de ruedas,

galope de caballos, rodar de carros,

carga de caballería,

centelleo de espadas, relampagueo de lanzas!

¡Multitud de víctimas,

cuerpos a montones,

cadáveres por todas partes!

¡Se tropieza con los cadáveres!

 

Arrojaré inmundicias sobre ti,

te cubriré de ignominia

y te expondré como espectáculo.

Así, todo el que te vea

huirá lejos de ti, diciendo:

«Nínive ha sido devastada!

¿Quién se lamentará por ella?

¿Dónde iré a buscar

alguien que te consuele?»

 

Palabra de Dios.



La caída de Nínive, que va a resultar en provecho de Jerusalén, se predice con tal pasión y realismo que comienza imaginándose aparecer ya el heraldo portador de la alegre noticia. Los pecados, causa de esta destrucción, no son solamente sus sangrientos crímenes y robos, sino, además, el engaño y la mentira con que seducía su hermosura aparente, que a la postre resulta, sin embargo, de ningún provecho. Por eso nadie de los que pasen junto a sus ruinas lo sentirá en absoluto, ni la consolará, pues su política fue no sólo orgullo y egoísmo sino también engaño y seducción a los demás.


 

 

SALMO RESPONSORIAL                                 Deut 32, 35c-36b. 39abcd. 41

R.    ¡La herencia del Señor es su pueblo!

 

Está cerca el día de su ruina

y ya se precipita el desenlace.

Sí, el Señor hará justicia con su pueblo

y tendrá compasión de sus servidores. R.

 

Miren bien que Yo, sólo Yo soy,

y no hay otro dios junto a mí.

Yo doy la muerte y la vida,

Yo hiero y doy la salud. R.

 

Cuando afile mi espada fulgurante

y mi mano empuñe la justicia,

me vengaré de mis enemigos

y daré su merecido a mis adversarios. R.

 

 

 


 

   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

16, 24-28

 

Jesús dijo a sus discípulos:

El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?

Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras. Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de ver al Hijo del hombre, cuando venga en su Reino.

 

Palabra del Señor.




Jesús no desconoce la parte difícil de la vida, nuestras cruces, algunas pequeñas, otras grandes, otras más llevaderas. Nos invita a caminar con ellas, en ningún caso a paralizarnos.

Darse cuenta que es Dios quien tiene la última palabra y asumir esta verdad es un gran regalo que debiéramos pedir con más fuerza cada día.


 ¿Cuáles son las cruces que llevo hoy? ¿me resisto a llevarlas?


 

Meditamos escuchando:  Camino a la Cruz. Cristóbal Fones





Te pedimos Señor que nos ayudes a llevar nuestras cruces de cada día, que podamos creer que con tu ayuda podemos caminar con ellas y ofrecer nuestro sacrificio por aquellos que llevan cargas mucho más pesadas que las nuestras.






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