¡Quiero ser importante, Señor!

 




Olvidándome de mí mismo para que, otros,

puedan crecer y vivir dignamente.

Entregándome con generosidad y alegría,

sintiéndome agraciado por ser el último.

Ofreciéndome, aún a riesgo de ser ridiculizado,

en la defensa de las causas que se dan por perdidas.

 

¡Quiero ser importante, Señor!

Pero como Tú lo fuiste:

amando sin desmayo, sin tregua ni límite,

aportando a este mundo un poco de fe y de esperanza,

sabiendo que, tu presencia,

es garantía de que, lo pequeño,

es esencial para entrar por las puertas del cielo.

 

¡Quiero ser importante, Señor!

Pero no con la medida del mundo.

Que aprenda, oh Jesús,

a invertir tiempo, sudor y esfuerzo

en lo que aparentemente no produce fruto.

En el campo que, por ser duro y árido,

nadie quiere ofrecer sus pies ni sus manos.

En los rostros que, porque reclaman justicia,

son desterrados y dejados de lado.

 

¡Quiero ser importante, Señor!

A tu estilo y con tu mano.

Poniendo valor donde abunde la debilidad.

Colocando tu Palabra donde reine la confusión.

Llevando tu persona donde nos sometan otros dioses.

Anunciando tu venida donde otros

proclamen el vacío o el absurdo.

 

¡Sí! ¡Así, Señor! Así de importante yo quiero ser.

Al contrario de lo que el mundo pretende.

Como un niño en tus manos.

Como el evangelio, de día y de noche,

me recuerda y me dice.

Amén.

 

P. Javier Leoz

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