DOMINGO 4º DURANTE EL AÑO




 

Lectura de la profecía de Sofonías

2, 3; 3, 12-13

 

Busquen al Señor, ustedes,

todos los humildes de la tierra,

los que ponen en práctica sus decretos.

Busquen la justicia,

busquen la humildad,

tal vez así estarán protegidos

en el Día de la ira del Señor.

Yo dejaré en medio de ti

a un pueblo pobre y humilde,

que se refugiará en el nombre del Señor.

El resto de Israel

no cometerá injusticias

ni hablará falsamente;

y no se encontrarán en su boca

palabras engañosas.

Ellos pacerán y descansarán

sin que nadie los perturbe.

 

Palabra de Dios.



Sofonías vive al comienzo del reinado de Josías (hacia el 640), cuando el reino de Judá es vasallo de Asiría. De ahí la penetración de cultos y costumbres paganas. Sofonías protesta enérgicamente y anuncia la venida inminente del día del Señor, día de cólera ardiente. Triple llamada a "buscar» al Señor. No yendo a un santuario -Sofonías se opone al formalismo del culto-, sino buscando obedecer la voluntad de Dios práctica de la justicia y rechazo del orgullo Esta conversión llevara "quizá» a la salvación. Después de la prueba purificadora, subsistirá un «resto» de pequeños y pobres. Con Sofonías, la humillación de los pobres se carga de contenido religioso los "humildes» practican la justicia, buscan refugio en el Señor, que les promete paz y dicha.


 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                    145, 7 -10

 

R.    Felices los que tienen alma de pobres.

 

El Señor mantiene su fidelidad para siempre,

hace justicia a los oprimidos

y da pan a los hambrientos.

El Señor libera a los cautivos.  R.

 

El Señor abre los ojos de los ciegos

y endereza a los que están encorvados.

El Señor ama a los justos.

El Señor protege a los extranjeros.  R.

 

Sustenta al huérfano y a la viuda;

y entorpece el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,

reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones.  R.

 

 

 


Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Corinto

1, 26-31

 

Hermanos, tengan en cuenta quiénes son los que han sido llamados: no hay entre ustedes muchos sabios, hablando humanamente, ni son muchos los poderosos ni los nobles.

Al contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale. Así, nadie podrá gloriarse delante de Dios.

Por Él, ustedes están unidos a Cristo Jesús, que por disposición de Dios, se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia, en santificación y redención, a fin de que, como está escrito: «El que se gloria, que se gloríe en el Señor».

 

Palabra de Dios.

 

 

 


 

   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

4, 255, 12

 

Seguían a Jesús grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.

Al ver la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:

 

«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices los afligidos, porque serán consolados.

Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.

Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.

Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.

Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.

 

Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron».

 

Palabra del Señor.




SER CRISTIANO NO ES GUARDAR LA


 ESTÉTICA




1.- En los domingos pasados contemplábamos todavía las imágenes de la Navidad; un niño que nacía en medio de pañales, adorado por pastores, reverenciado por reyes y bautizado –como punto de salida– en el Jordán.

Los cristianos, cuando nos reunimos los domingos en el nombre del Señor, es porque queremos conocer y llevar a la práctica el programa de Jesús. No lo hacemos ni porque seamos buenos (tampoco tan malos) ni mucho menos porque seamos santos (aunque Dios nos llama a la perfección). Miremos un poco el círculo del cual se rodeó Jesús y, posiblemente, caeremos en la cuenta que no precisamente fueron gente aparentemente extraordinaria y de una sensibilidad espiritual exquisita. Eso sí, luego el trato con el Maestro, cambió y mucho las cosas en ellos.

2.- El mensaje de las bienaventuranzas supone no quedarnos delante del monitor de la fe absortos, perdidos en las escenas o como meros espectadores en el patio de butacas en el que, muchas veces, se convierte los bancos de nuestras iglesias. Cada domingo, al sintonizar con el programa de Jesús, intentamos asumir unos valores que a las claras nos presenta en las bienaventuranzas.

Ahora, cuando vemos cómo Jesús crece, que ya no llora, sino que habla y se sienta enseñando como un Maestro comprendemos que esto va en serio. Que la vida de un cristiano no queda reducida a un figurar como acompañantes de Jesús (ni tan siquiera imitadores) sino conscientes de lo que dice y de los efectos que produce el “pertenecer” a esa gran audiencia del programa de Jesús. La estética, en el mundo de la fe, nunca puede estar por encima de la esencia, el contenido o la identidad de un cristiano.

3 .La gran bienaventuranza que Jesús nos desea es precisamente el ser felices siguiendo estos puntos que, en más de una ocasión, acarrean incomprensión, crucifixión y soledad.

No resulta cómodo salir a la gran pantalla del mundo proponiendo recetas que resultan incomprensibles, chocantes y amenazantes a una realidad acostumbrada a la dureza y a la soberbia, a la violencia o a la apatía general.

Puede ser, que para más de uno, lo que para nosotros sea una bienaventuranza sea todo lo contrario.

Por lo menos, y hoy más que nunca, intentaremos con la “contraprogramación evangélica” ofrecer un poco de originalidad y de salvación a muchas personas que lloran, sufren, son perseguidas por sus nobles ideas, pregonan la paz según Dios o simplemente van en otra dirección muy distinta a los que intentan programar la vida de los demás con el “todo vale y todo cuela”.

 

Javier Leoz

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