San Blas

 


La vida del santo

Según la tradición, Blas nació rico y de padres nobles, fue educado cristianamente y consagrado obispo de Sebaste cuando todavía era bastante joven. Al comienzo de la persecución de Licinio, el obispo se retiró a una cueva en el Monte Argeo (hoy Erciyes) y vivió como eremita. San Blas recibía únicamente la visita de las fieras salvajes, a quienes atendía y cuidaba cuando estaban enfermos o heridos. Se dice que los animales en el momento que el obispo oraba no lo molestaban.

También la tradición relata que unos soldados buscando atrapar fieras, para luchar en el circo, encontraron al santo rodeado por ellas. Repuestos de su asombro, los cazadores intentaron capturar a las bestias, pero san Blas las espantó y entonces le capturaron a él. Al saber que era cristiano, lo llevaron preso ante el gobernador Agrícola.

Cuentan los relatos que cuando le conducían a la ciudad encontraron a una mujer que gemía desesperada, porque un lobo acababa de llevarse a uno de sus lechones; entonces san Blas llamó a la fiera y el lobo apareció en ese mismo instante con el lechón en el hocico, y lo dejó intacto a los pies de la maravillada mujer.

A pesar del prodigio los soldados continuaron su camino arrastrando al preso consigo. En cuanto el gobernador se enteró de que el reo era un obispo cristiano, mandó que lo azotaran y después lo encerraran en un calabozo, privado de alimentos. San Blas soportó con paciencia el castigo y tuvo el consuelo de que la mujer, dueña del lechón que había salvado, se presentara en la oscura celda para ayudarle, llevándole provisiones y velas para alumbrarse. Pocos días más tarde, lo torturaron para que renegara de su fe, lo desgarraron con garfios, y como el santo se mantuvo firme se  ordenó su decapitación.

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