Lecturas de hoy / miércoles de la 10ª semana durante el año




 Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Corinto

3, 4-11

 

Hermanos:

Es Cristo el que nos da seguridad delante de Dios, no porque podamos atribuimos algo que venga de nosotros mismos, ya que toda nuestra capacidad viene de Dios. Él nos ha capacitado para que seamos los ministros de una Nueva Alianza, que no reside en la letra, sino en el Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida.

Ahora bien, si el ministerio que lleva a la muerte -grabado sobre piedras- fue inaugurado con tanta gloria que los israelitas no podían fijar sus ojos en el rostro de Moisés, por el resplandor -aunque pasajero- de ese rostro, ¡cuánto más glorioso será el ministerio del Espíritu!

Y si el ministerio que llevaba a la condenación fue tan glorioso, ¡cuál no será la gloria del ministerio que conduce a la justicia! En realidad, aquello que fue glorioso bajo cierto aspecto ya no lo es más en comparación con esta gloria extraordinaria. Porque si lo que era transitorio se ha manifestado con tanta gloria, ¡cuánto más glorioso será lo que es permanente!

 

Palabra de Dios.



Pablo continúa su defensa exponiendo el ministerio que ha recibido de Dios. No obra por propio impulso ni con sus propias fuerzas, sino con las que recibe de Dios, que lo ha instituido servidor de la alianza del Espíritu, una alianza nueva y muy por encima de la antigua, la del Sinaí. Esta, era una alianza de muerte, pues eran solo letras grabadas sobre piedra, sin que se mencione el poder vivificador del Espíritu, y, por otra parte, pasajera, mientras que la alianza del Espíritu conduce a la vida, al perdón y la justificación y es además permanente. Si aquella quiso Dios presentarla con gloria, como aparece en el rostro brillante de Moisés, ¡cuánto más la nueva!, de la que somos beneficiarios. Es una invitación a valorar que estamos en el tiempo del cumplimiento de las promesas de salvación hechas por Dios.


 

 

SALMO RESPONSORIAL                       98, 5-9

 

R.    ¡Santo eres, Señor, Dios nuestro!

 

Glorifiquen al Señor, nuestro Dios,

adórenlo ante el estrado de sus pies.

¡Santo es el Señor! R.

 

Moisés y Aarón, entre sus sacerdotes,

y Samuel, entre los que invocaban su Nombre,

clamaban al Señor y Él les respondía. R.

 

Dios les hablaba desde la columna de nube;

ellos observaban sus mandamientos

y los preceptos que les había dado. R.

 

Señor, nuestro Dios, Tú les respondías;

Tú eras para ellos un Dios indulgente,

pero te vengabas de sus malas acciones. R.

 

Glorifiquen al Señor, nuestro Dios,

y adórenlo en su santa Montaña:

el Señor, nuestro Dios, es santo. R.

 

 

 

 


  Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

5, 17-19

 

Jesús dijo a sus discípulos:

No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: Yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no quedarán ni una i ni una coma de la Ley, sin cumplirse, antes que desaparezcan el cielo y la tierra.

El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.

 

Palabra del Señor.



Será grande



“… no vine para abolir la Ley… sino a dar cumplimiento”. Contemplo a Jesús como maestro, como liberador, como quien quiere que sea feliz, que no viva sujeto a mandatos, sino que me enamore de su propuesta, que le diga un “sí”, no por conveniencia, para quedar bien… sino porque quiero amarlo, quiero enamorarme de él. “… el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos”. Reconozco que, en el espíritu de Jesús, toda norma o exigencia tiene un valor desde el amor… busco dónde hoy me pide “cumplir desde el amor, desde la gratuidad”, identifico dónde Jesús quiere “dar cumplimiento” en mi historia, en mi comunidad.


 



 



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