Lecturas de hoy




 Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Corinto

3, 154,1.3-6

 

Hermanos:

Hasta el día de hoy un velo cubre la inteligencia de los israelitas siempre que leen a Moisés. Pero al que se convierte al Señor, se le cae el velo. Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. Nosotros, en cambio, con el rostro descubierto, reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor, y somos transfigurados a su propia imagen con un esplendor cada vez más glorioso, por la acción del Señor, que es Espíritu.

Por eso, investidos misericordiosamente del ministerio apostólico, no nos desanimamos. Si nuestro Evangelio todavía resulta impenetrable, lo es sólo para aquéllos que se pierden, para los incrédulos, a quienes el dios de este mundo les ha enceguecido el entendimiento, a fin de que no vean resplandecer el Evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios.

Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, el Señor, y nosotros no somos más que servidores de ustedes por amor de Jesús. Porque el mismo Dios que dijo: «Brille la luz en medio de las tinieblas», es el que hizo brillar su luz en nuestros corazones para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios, reflejada en el rostro de Cristo.

 

Palabra de Dios.



Se hace una relectura del hecho de que Moisés se cubría el rostro con un velo, pero, cuando se volvía al santuario para hablar con Dios, se lo quitaba. El pueblo judío, cuando leía la Escritura, tenía un velo que le impedía ver el plan salvador de Dios, pero cuando «se vuelva al Señor», es decir, cuando se convierta a Jesucristo, desaparecerá el velo y todo lo comprenderá. Nosotros, en cambio, reconocemos a Jesús, que nos ha dado su Espíritu, lo que implica libertad para dirigirnos a Dios. Y así, con la cara descubierta, reflejamos la gloria de Jesús en la medida en que nos vamos transformando en él por la acción del Espíritu. Esto explica el comportamiento de Pablo en su ministerio: es valiente y expone el Evangelio con claridad a todos, y si algunos lo rechazan es porque los ha cegado el dios de este mundo, los antivalores que dominan el ambiente e impiden valorar la gloria de Cristo, que es fiel reflejo de Dios.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                    84, 9ab. 10-14

 

R.    La gloria del Señor habitará en nuestra tierra.

 

Voy a proclamar lo que dice el Señor:

el Señor promete la paz para su pueblo y sus amigos.

Su salvación está muy cerca de sus fieles,

y la Gloria habitará en nuestra tierra. R.

 

El Amor y la Verdad se encontrarán,

la Justicia y la Paz se abrazarán;

la Verdad brotará de la tierra

y la Justicia mirará desde el cielo. R.

 

El mismo Señor nos dará sus bienes

y nuestra tierra producirá sus frutos.

La Justicia irá delante de Él,

y la Paz, sobre la huella de sus pasos. R.

 

 


 

  Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

5, 20-26

 

Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.

Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata debe ser llevado ante el tribunal. Pero Yo les digo que todo aquél que se enoja contra su hermano merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquél que lo insulta merece ser castigado por el Tribunal. Y el que lo maldice merece el infierno.

Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.

Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

 

Palabra del Señor.



Yo les digo…



Una vez más Jesús nos corre el eje de la reflexión, nos sacude y nos saca de nuestra zona de confort. Si volvemos nuestra mirada hacia los diez mandamientos, que nos ofrecen un marco de alto compromiso de vida, y podemos reconocer que se nos hace difícil vivirlo, en el encuentro con Jesús, debemos reconocer que la situación se vuelve más profunda. Podemos sentirnos más o menos observantes por no haber matado a nadie, o haber evitado que esto ocurriera, y puede ser causa de alegría para nosotros. Pero Jesús nos invita a mirar más profundo en nosotros y al mismo tiempo más en la epidermis de la vida, más en lo cotidiano. Porque matar físicamente y existencialmente es un acto gravísimo, pero no es para cualquiera. Sin embargo hay varias situaciones que conforman nuestra vida cotidiana, en el ámbito de las relaciones interpersonales, que Jesús las acerca a la dimensión de matar a otro. Irritarse con, insultar y maldecir a un hermano, tienen puntos de encuentro, en la lógica de Jesús, del Evangelio y del Reino, con matar a otra persona. Estas situaciones que rompen la fraternidad y la concordia con los demás, se asemejan a dar muerte. Por lo tanto, este Jesús que siempre nos desafía, nos propone un camino de mucho cuidado y cultivo de las relaciones fraternas, para hacer crecer la vida, y no solo evitar dar muerte.

 


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