Día 20 : El Padre Nuestro

 En el nombre del Padre

Y del Hijo

Y del Espíritu Santo

Amén

Estamos casi al final de nuestro camino espiritual para aprender a rezar. Dentro de dos días, contemplaremos al Niño Jesús, y podremos dejarnos amar por él, como los pastores y los Magos. Pronto habremos completado este viaje interior, que nos permitirá desarrollar una relación de corazón a corazón con el Señor. Eso es lo que nos propusimos, queríamos, como San Juan, reclinar nuestra cabeza contra el pecho de Jesús y sentir su corazón latiendo de amor por nosotros. Por supuesto, va a llevar tiempo: los nuevos hábitos tienen que arraigarse.

Mañana nos comprometeremos... Mañana nos presentaremos ante Dios y le diremos cómo nos gustaría vivir con Él a partir de ahora. Pero antes de comprometernos, me gustaría hablaros del Padre Nuestro. Porque no se puede hacer un curso sobre la oración sin conocer LA ORACIÓN, la única que enseñó Jesús y que los cristianos nos hemos transmitido como un tesoro desde entonces. Recémosla primero juntos:

Padre nuestro,
que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre,
Venga a nosotros tu reino,
Hágase tu voluntad,
Así en la tierra como en el cielo. 
Danos hoy nuestro pan de cada día,
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación
Y líbranos del mal. Amén.

El Catecismo nos dice en el párrafo 2761: “La oración del Señor o dominical es, en verdad el resumen de todo el Evangelio” (Tertuliano, De oratione, 1, 6). Cuando el Señor enseñó esta fórmula de oración, añadió: “Pedid y se os dará” (Lc 11, 9). Por tanto, cada uno puede dirigir al cielo diversas oraciones según sus necesidades, pero comenzando siempre por "la oración del Señor que sigue siendo la oración fundamental" (Tertuliano, De oratione, 10)".

 Hay muchos comentarios y meditaciones sobre el Padre Nuestro, que les dejo descubrir. Mi objetivo hoy es simplemente animarnos a rezarlo y transmitirlo. El Padre Nuestro es la más perfecta y sencilla de las oraciones, que resume todo lo que somos, sufrimos, exultamos o pedimos. Nos recuerda nuestra condición de hijos de Dios, porque Jesús no nos hace mentir cuando nos pide que digamos "Padre", y si Dios es nuestro Padre entonces somos sus hijos, somos preciosos para Él.

Recémosle con amor y no dudemos en intercalar nuestras peticiones como han hecho algunos santos:

 Padre nuestro (añadimos algunas meditaciones)
que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre,
Venga a nosotros tu reino,
Hágase tu voluntad,
Así en la tierra como en el cielo. 
Danos hoy nuestro pan de cada día,
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación
Y líbranos del mal. Amén.

 

Es fácil ser misionero, a veces basta con compartir una tarjeta con el Padre Nuestro para cambiar una vida. Transmite esta hermosa oración a los que te rodean, viene de Jesús.

Por último, me gustaría decir unas palabras a quienes escuchan este audio  y sufren o conocen a alguien cercano que sufre. No tengo la respuesta al mal, y a menudo pienso en los que sufren, en aquellos cuyo día es pesado. Llevo en el corazón esta frase de San Vicente de Paúl: "Me entristece tu tristeza". 

Rezo por ustedes, para que no estén solos, hay una salida a la angustia, al sufrimiento y a las heridas del pasado. Al acercarse la Navidad, deja que el Niño Jesús venga a ti para consolarte y aliviar tu carga. Para eso vino en primer lugar. Dios te ama infinitamente.



Oración de la comunidad

Oración del Padre Léonce de Grandmaison

Santa María, Madre de Dios, consérvame un corazón de niño, puro y cristalino como una fuente. Dame un corazón sencillo que no saboree las tristezas; un corazón grande para entregarse, tierno en la compasión; un corazón fiel y generoso que no olvide ningún bien ni guarde rencor por ningún mal. Fórmame un corazón manso y humilde, amante sin pedir retorno, gozoso al desaparecer en otro corazón ante tu divino Hijo; un corazón grande e indomable que con ninguna ingratitud se cierre, que con ninguna indiferencia se canse; un corazón atormentado por la gloria de Jesucristo, herido de su amor, con herida que sólo se cure en el cielo. Amén.

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