Evangelio cotidiano /Semana 15ª del tiempo Ordinario




 Evangelio según san Mateo 10, 34−11, 1

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: “No piensen que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz, sino espada. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí.

El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los recibe a ustedes, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad les digo que no perderá su recompensa”. Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.

Palabra del Señor.



"No vine a traer la Paz"

Este pasaje nos desafía a reflexionar sobre nuestra propia relación con Jesús y las implicaciones de seguirlo:

  1. Priorizar a Jesús: Estamos llamados a poner a Jesús en primer lugar, incluso por encima de nuestras relaciones más cercanas. Esto significa que nuestra lealtad a Él debe ser la base de nuestras decisiones y acciones diarias.

  2. Aceptar el sacrificio: Seguir a Jesús implica estar dispuestos a aceptar el sufrimiento y el sacrificio. Debemos tomar nuestra cruz, lo que puede significar enfrentar dificultades, incomprensión o rechazo por causa de nuestra fe.

  3. Practicar la hospitalidad y la bondad: Jesús nos llama a recibir y apoyar a aquellos que están en misión. Nuestros actos de bondad, por pequeños que sean, tienen un gran valor ante Dios.

  4. Seguir el ejemplo de Jesús: Así como Jesús continuó su misión de enseñanza y predicación, también nosotros estamos llamados a ser activos en compartir el mensaje del Evangelio en nuestra vida cotidiana.

Al aplicar estos principios, podemos vivir de manera más fiel y comprometida nuestra vocación como discípulos de Jesús, recordando siempre que nuestra verdadera recompensa viene de nuestra lealtad y servicio a Él.

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